Llegué a estas "Vías cruzadas" después de transitar por las frías estaciones del metro de Nueva York dentro del tambor de un catedrático aturdido por la realidad (The Visitor).
Thomas McCarthy, aunque yo no lo sabía, ya lo había hecho. Había hablado de seres corrientes que quieren mantenerse al margen, de personas que darían cualquier cosa por ser invisibles, de individuos que se conforman con un rinconcillo para roer su soledad. Esta es la primera película que este actor (Buenas noches y buena suerte, Banderas de nuestros padres....) escribió y dirigió, con gran acierto bajo mi punto de vista.

Finbar, nuestro pequeño amigo aficionado a los trenes y a pasear por caminos de hierro, solo quiere la compañía del vacío transcurrir del tiempo. La relación con sus congéneres es poco apreciada y esa casita de madera de un antiguo guardagujas puede ser un buen sitio para esconderse. Pero en cualquier sitio, agazapado, puede haber un Joe Oramas dicharachero o una torpona e histérica Olivia, arrolladora.
Cuando la vida duele: ¿es mejor soportar el propio sufrimiento o compartir penas y experiencias entre tres? Cada cual puede tener sus propias teorías, pero lo cierto es que solo se consigue el título de "gran perdedor" cuando eres capaz de vencer cualquier injerencia de la amistad.