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Argentina Argentina · Ituzaingó
Voto de Lucas:
7
Drama Pierre vive felizmente con su madre, está a punto de casarse con su bella prometida y ha alcanzado un gran éxito como escritor. Una noche, sin embargo, conoce a una misteriosa muchacha que deambula por el bosque y que le hace una sorprendente revelación que cambiará su vida. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeño análisis para hoy: Pola X (1999), de Léos Carax. Edita Nelly Quettier.
Basada en la novela “Pierre; or, The Ambiguitie”, de Herman Melville, es una película que intenta tratar el sentido de lo “real”. Es un tanto extraña, y tiene un tinte del director que suelen poseer sus películas: la crudeza y la gran capacidad de lo actoral. Todos sus personajes están muy bien interpretados. Guillaume Depardieu y Yekaterina Golubeva son increíbles. Ambos personajes poseen una evolución extraordinaria durante toda la cinta: terminan en un punto de fuga, donde sus historias se cruzan y sus evoluciones se entrelazan. Son fríos y opacos, pero tienen ese ingrediente―propio diría―del cine francés que logra algo más que mera empatía hacia sus protagonistas. Su complejidad y profundidad nos enseña más conflictos que soluciones; y eso es lo que enriquece su desarrollo. Son tan humanos como cualquiera de nosotros. Gracias a la excelente dirección y capacidad de los actores, la película se convierte en un film más que pálido y desesperador. Como suelen ser las películas de Carax, cerca del final, se rompe con lo real y se entinta de ese surrealismo tan típico de su cine. La fotografía y el arte hacen lo suyo y respetan la diégesis de la peli: poetizan y encrudecen el accionar de sus personajes. Se juega con la narración desde diferentes puntos de vista: el sonido cuenta una historia, mientras la fotografía y el arte otra. Una experimentación que ya hemos visto en la ópera prima de Léos Carax, Mauvais Sang (1986) y que, si bien no está presente en su último largometraje Holy Motors (2012), se hace un lugarcito en esta cinta. Y llego mi parte favorita de este conciso análisis: ¿qué sucede con el montaje? Abundan jumpcuts. No soy muy fanático de ver planos entrelazándose de esta manera, y no voy a negar que no me molestó al comienzo, pero uno tiene que meterse en el código de la película: si Nelly Quettier quiso utilizar jumpcut y no raccord, debe ser por algo. Juro que me rompió la cabeza por un buen rato. Yo lo interpreto como un quiebre de lo “real”. Alejarse del docuficción e ir preparándonos para el final. Son cortes abrumadores, desesperanzadores, ambiciosos. Ni bien intenté comprender su forma de montar, pude―casi―embelesarme con cada conexión entre planos. Sigo sin comprender por qué utlizó un corte en negro, mientras sus protagonistas siguen hablando en un plano símil al otro. ¿Para que no ocurriese un jumpcut? Eso desestimaría mi teoría. Plano de los personajes hablando, corte en negro por unos segundos, plano símil al antepenúltimo de sus personajes hablando. Tendré que digerirlo por unos días, y terminar desistiendo. Esto sucede también en Mauvais Sang, editada por la misma Quettier.
Si hay algo que reclamar a esta cinta, es su ritmo y forma. Por más poética que sea, hay veces que la información tarda tanto, pero tanto en llegar, que termina aburriendo. La primera hora, pasa muchísimo más lenta que la segunda. Sin embargo, es igualmente disfrutable. Hasta hace unas horas, no me terminaba de gustar. Leyendo todo lo que he escrito, entiendo que el cine de Carax tiene algo conmovedor. Algo que nos hace odiarlo, por unos minutos, y luego pararnos a aplaudirlo. ¿Quién pudiera contra él y su forma de interpretar el cine, no?
Lucas
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