Para el disfrute de papilas y pupilas abiertas que aún no lo hayan saboreado todo.
Cuando salí del cine (Seminci, Valladolid, 2009) me encontraba ilusionado, era la tercera o cuarta película que veía ese día y lejos de acabar de agotarme me había sabido entretener. La peli mantenía el ritmo y las interpretaciones habían ido ganando peso así como la personalidad de los actores se había consolidado como si se fueran poseyendo de madurez y coherencia.

A día de hoy, Febrero de 2010, aún tengo un rico retrogusto en mi recuerdo. El argumento como un buen guiso, había sido capaz de de mezclar carnes con pescados rompiendo los tabúes de lo que no debería poder ser pero con tan buen aliñe y con tan pocas especias que nadie podría evitar dar un chapó a ese maridaje. En esencia comprendía, conocía y saboreaba cada decisión de los personajes como queriendo disfrutar de cada una de sus decisiones. En cualquier caso me había abierto horizontes y, por unos momentos, salí del cine contento de haber apostado por la saludable dieta. Dejo propina, esta es.

La película contiene claves solo disfrutables para clientes conocedores de detalles cañís de los menús de sol y playa de nuestras vacaciones costeras. En cierta manera, y de forma muy sutil, parece un homenaje a cuantos nos han aliñada esta España de hedonismo y libertades que ahora saboreamos tan ricamente.