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Voto de JLB:
5
6.8
5,939
Drama
Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue ... [+]
5 de octubre de 2023
82 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sabiduría popular lo corrobora: si camina como un pato, grazna como un pato y se comporta como un pato, entonces, probablemente, sea un pato.
Y si la película se te está haciendo larga, te cuesta encontrar la postura en la butaca y se te empieza a abrir la boca sin poderlo remediar, entonces es que a la película, o le sobra metraje o carece de interés.
O quizá sea lo uno causa y efecto de lo otro pues el planteamiento no puede ser más interesante ni el trabajo de los actores más encomiable. Pero el tiempo pasa lento, plomizo; los minutos se pierden morosamente en escenas que poco aportan al resultado final y sólo contribuyen a desleír poco a poco el interés del espectador.
El desenlace recupera ritmo (¡cómo no!) y nos regala una bellísima reflexión sobre cine y memoria… Pero para entonces el espectador habrá ya consultado varias veces su reloj, habrá mirado a derecha e izquierda para comprobar si es el único al que le cuesta ya colocar las piernas, y se preguntará con resignación adónde fue a parar ese bajel que tan prometedoramente abandonó puerto para desaparecer después, perdido el rumbo, en el mar undoso de quienes saben dónde quieren ir pero ignoran cómo arribar.
Y si la película se te está haciendo larga, te cuesta encontrar la postura en la butaca y se te empieza a abrir la boca sin poderlo remediar, entonces es que a la película, o le sobra metraje o carece de interés.
O quizá sea lo uno causa y efecto de lo otro pues el planteamiento no puede ser más interesante ni el trabajo de los actores más encomiable. Pero el tiempo pasa lento, plomizo; los minutos se pierden morosamente en escenas que poco aportan al resultado final y sólo contribuyen a desleír poco a poco el interés del espectador.
El desenlace recupera ritmo (¡cómo no!) y nos regala una bellísima reflexión sobre cine y memoria… Pero para entonces el espectador habrá ya consultado varias veces su reloj, habrá mirado a derecha e izquierda para comprobar si es el único al que le cuesta ya colocar las piernas, y se preguntará con resignación adónde fue a parar ese bajel que tan prometedoramente abandonó puerto para desaparecer después, perdido el rumbo, en el mar undoso de quienes saben dónde quieren ir pero ignoran cómo arribar.