La década de los 90 se inició con una serie de películas familiares en donde destacaba el desparpajo de un criajo llamado Macaulay Culkin. Como suele ser habitual cuando un actor está en su apogeo, algún que otro director / productor, se le ocurre producir / dirigir un largometraje para aprovechar el tirón de la fama del actor.

Richie es un niño que, gracias a la gran fortuna de sus padres, tiene la suerte de tener todas las cosas materiales que desee. Sin embargo, le falta algo muy importante para él: la amistad de otros niños. Cuando por fin consigue tenerlos, tendrá que recurrir a ellos para salvar su familia de un malvado empleado de su padre.

La cinta, concebida para el deleite de los seguidores del niño que año tras año se quedaba sólo en casa, presenta también una interesante crítica a la gente que le da más importancia a lo material. Todo ello se presenta bajo un aire de sencillez y poco realismo que disgustará a algunos, pero que supone un gran acierto del film dadas las pretenciones de la película.

Respecto a los intérpretes, destacar como siempre a un gran Macaulay Culkin. El resto de los intérpretes resultan bastante cumplidores a excepción de un John Larroquette excesivamente ridículo. Además, no podemos olvidar el cameo de otra estrella en apogeo por aquel entocnes: Cindy Crawford.