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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Fea
Voto de Rodolfo Lasparri:
9
Romance. Drama Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY) [+]
23 de octubre de 2013
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero de todo, tener presente que no estamos ante una película cualquiera. Estamos ante un evento fílmico. Ganadora de la Palma de Oro del pasado festival de Cannes, "La vida de Adèle" ha conseguido algo inaudito; que toda la crítica internacional y Carlos Boyero estén de acuerdo. Con lo cual alguna cosa tiene que haber en la película. Y la hay.

Segundo, quien confíe ver una historia de amor lésbico o una historia de descubrimiento sexual, protagonizada por una adolescente Adèle y una misteriosa chica de pelo azul va un tanto equivocado. No por el contenido sino por la forma. Me explico. Lo que falla en la ecuación es ese “una historia de”. Ya que no estamos ante un relato o una narración sin más. Ficción y sólo ficción. No. Aquí de lo que se trata es de un reflejo, de un retrato, de un baño en otras aguas. Un viaje, una epopeya que debe ser sentida, cantada, vivida. La migración de ese personaje que se sienta en la butaca hacia un torbellino emocional lleno de contrastes fuertemente intensos es total. Algunos seres de piedra harán bandera de su condición geológica. Los demás nos rendimos al rostro llorón.

Y tercero, la actriz Adèle Exarchopoulos se gana a los dioses por su trabajo y absoluta desnudez a todos los niveles frente la cámara. El trabajo y la química conseguida con su compañera de reparto Léa Seydoux es algo mágico. Forman parte de otra liga. El responsable de tal tránsito es Abdel Kechiche, director que trabaja con métodos algo sombríos para extraer de las actrices esa naturalidad insultante.

Tenemos el evento, el contexto y a un dúo que funciona. Vamos, pues, al método.

Kechiche no lo duda. Si hay que hablar de sentimientos hay que cerrar el plano. Hay que trabajar el primer plano hasta que escupa. Y lo hace. Se presenta como imposible no pensar en la obra maestra de Dreyer “La pasión de Juana de Arco” (1928), cuando hablamos de primeros planos, cuando hablamos de pasiones o cuando hablamos de la pasión de Adèle. Salvando las distancias, con éste recurso mata dos pájaros de un tiro. Por una parte, todo lo que no sea ella (y su mundo emocional) carece de importancia; familia, entorno social e incluso la propia naturaleza homosexual quedan lejos de la materia, se van apartando lentamente. Y por otra parte, el grado de implicación del público es mayor. Pero no tienes nada si no hay un buen rostro llorón enfrente la cámara. En este caso, la interpretación sirve como herramienta para el estado de ausencia y entrega del público. En cierta forma, actúa como una forma extraña de droga que te lleva a un limbo donde todo es emoción viva.

Las secuencias de sexo, de las cuales se hablará, y mucho, es preciso señalar que no se dan en la red, para la red, sino que suceden en la intimidad de una habitación del yo enamorado/a. Dedicarle una mirada puramente erótica a las imágenes sería despojarlas de profundidad. La reflexión va más con el deseo, el anhelo, el tacto, el ritual, la fiesta de los órganos y, ese espacio desconocido por el hombre, y que Kechiche presenta como, una mística del orgasmo femenino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rodolfo Lasparri
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