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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
3
Thriller. Drama Moisés (Gael García Bernal) y otros indocumentados cruzan a pie un estrecho camino fronterizo entre México y Estados Unidos. Buscan nuevas oportunidades y reencontrarse con sus seres queridos. Desgraciadamente, el grupo es descubierto por Sam (Jeffrey Dean Morgan), un "vigilante" demente que disfruta eliminando a los inmigrantes. En medio de las enormes dificultades del desierto, Sam persigue implacablemnente a Moisés. Se trata de una ... [+]
14 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro caso de papá ayudando a hijo porque hijo quiere ser como papá. Con un despliegue de medios impresionante, Jonás Cuarón, hijo de Alfonso Cuarón, malgasta todos los recursos que posee en una producción tan pobre que, como cortometraje, habría resultado hasta competente. Desierto narra la historia de un grupo de mexicanos que, abrumados por las circunstancias de su país, deciden embarcarse por los áridos páramos fronterizos para tratar de llegar a Estados Unidos, la tierra de las oportunidades. Pero un maníaco los dará caza como animales, uno a uno, mientras tratan de salvar sus vidas.

Tomando mucha influencia del slasher al uso por la figura de asesino perseguidor que, mediante acoso y derribo, elimina los personajes de la película, esta coproducción franco-mexicana se asienta en la acción y el drama, no empleando nunca el subgénero de supervivencia, algo que no tiene mucho sentido, como tantas cosas que ocurren en el argumento.

El tema es tan obvio y explotado de una manera tan vulgar que pierde la impresión, o la reflexión, por ser un drama que vemos a diario en los informativos. El posicionamiento anti Trump, colocándose en el lado de los derechos humanos de los inmigrantes ilegales mediante unos personajes tópicos apenas cala en el espectador por rozar extremos casi paródicos de ambas partes del conflicto. Por un lado, Moisés (Gael García Bernal) (una simbología pueril aludiendo al profeta liberador del pueblo que pasó cuarenta años en el desierto), que, mediante unos diálogos que tratan de profundizar en más estereotipos, reivindica la injusticia de la deportación y relacionados. Padre de familia que quiere regresar habiéndole hecho una promesa a su hijo y demás. Por otro lado, Sam (Jeffrey Dean Morgan), maníaco obsesionado con la eliminación de lo que considera una amenaza para su glorioso país. Un señor alcohólico (que bebe bourbon, específicamente Jack Daniel's), escucha música country, tatuado y con aspecto de redneck y que se dedica a la caza. Para colmar el cliché, tiene un banderín e su camioneta de La Confederación. Jonás, por favor, un mínimo de creatividad.

El guión, con un diálogo escaso que hace empatizar muy poco con sus personajes, trata en ocasiones de enriquecer en vano la relación de Moisés con sus compatriotas, pero es tan artificial, y el director se deshace tan rápido de los secundarios, que no consigue absolutamente ninguno de sus cometidos. La puesta en escena es, quizás, lo más representativo de la cinta, siendo capaz de exhibir la tragedia sudamericana con un convoy cargado de personas dispuestas a sacrificar la integridad con tal de tener una oportunidad en la vida. A partir de la primera toma de contacto entre Sam y el resto de personajes, el hilo conductor se desvanece para hacer 94 minutos de asedio por el inclemente desierto, que se torna aburrido en la mayor parte de sus tramos.

La técnica está tan, tan depurada estéticamente que, aún haciendo hincapié en las vistas generales, los paneos inestables en plano subjetivo o los planos largos de conjunto no consigue en ningún momento transmitir esa inmensidad inclemente del desierto, el agobio tórrido o la fatiga de sus personajes. Todo sumado al misterioso caso del rifle de Sam, con munición infinita, y a la ínfima necesidad de que sus protagonistas, tras días de duras andadas con un asesino pisándoles los pies, se alimenten o beban agua. Al menos la fotografía de Damián García es bonita.

Las escenas de acción, especialmente las que involucran a Tucker (el perro), son las únicas responsables de no desfallecer de aburrimiento viendo la película. Las interpretaciones están bien, especialmente la de Jeffrey Dean Morgan, pero nada para tirar cohetes.

Por último pero no menos importante, el montaje, también a cargo de Jonás Cuarón, es tan incongruente con el tiempo real que no cuadran muchas de las situaciones en el espacio, pasándose por el arco del triunfo un desarrollo veraz de la persecución que cree una tensión ajustada a las situaciones que se manifiestan. La edición de sonido es muy rara, así como muy desacertada la música a cargo del popular cantante de pop barroco Woodkid.

A fin de cuentas, es una película que habría funcionado con una duración mucho más reducida en la que el mensaje llega demasiado claro, pero con un código demasiado básico e insustancial. Puede llegar a entretener, aunque hay películas que tratan el tema de la inmigración con mucha más creatividad y seso.
Tiggy
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