En la década de los 70 dos hermanos, Julio y Emilio, y el hijo de este último del mismo nombre, crearon un grupo musical: Los Chichos.

El éxito tardó en llegar, pero en los 80 tuvieron un despegue considerable. Encendías la radio, y cantaban Los Chichos; ibas a cualquier sarao e invariablemente siempre sonaba alguna canción de estas fulgurantes estrellas de la rumba española. Su boom fue decayendo poco a poco, quizás por agotamiento del personal, pero siguieron siendo durante una eternidad de años los número uno en un apartado: el de las cassetes de gasolineras. En toda estación de servicio que respostases, aunque fuese en medio de la nada, ahí estaban. No fallaban. La aparición de los cedés fue una desgracia para ellos, pero siguen en la pomada.

A finales de la década de los 80, Matt Groening creó unos dibus diferentes: Los Simpson.

El éxito fue fulminante. Ibas a cualquier casa, y ahí tenían encendido el televisor sólo para ver a los personajetes amarillos. Las familias comían alrededor de Los Simpson, en los bares servían los menús de mediodía adornados con amarillos dibujos animados en la tele. No fallaron, y no decaen.

Pero yo estoy harto de poner Antena 3, y que a todas horas repongan el capítulo doscientos ochenta y siete de la temporada décimo novena. Me pasa ya como cuando repostaba en una gasolinera, que ya ni me fijaba lo que había en el expositor de cassetes. Ya sabía que estaban Los Chichos, pero ni miraba. Y sé que siguen echando Los Simpson, seguramente en un montón de canales digitales terrestres de esos, pero ya ni los veo. Me he hartado de la gallina de los huevos amarillos. Que se la carguen y hagan un buen caldo.