Una pareja al borde de una crisis explorada en el marco estadounidense a través del leve gesto que se interpone en el inicio de este drama de tono personal y encarnizante. El nivel de análisis socal sobre el nacionalismo es mencionado de forma puntillista en el personaje y se carga de esencialidad para la trama, aunque no sea lo más importante de la cinta e independientemente de este aspecto, debido a que los actos protagónicos son el epicentro de todas las salpicaduras y acciones que reciben los personajes secundarios. Zahler se toma su tiempo para desarrollar un personaje rocambolesco y peculiar gracias al gran trabajo de Vince Vaughn.

Sus coreografías violentas son tratadas con un minimalismo bastante realista, su efectividad describe la naturaleza del personaje y su funcionalidad en la trama. El buen manejo en la dirección asegura un buen entendimiento a la hora de mostrar la ambientación del filme: espacios cargados de expresión, momentos desgarradores y enfáticos con el intento de supervivencia y la gran intimidación que produce un hombre con unos objetivos claros.

Zahler avanza cada vez más hacia lo visceral, exhibiendo de forma ilimitada una inspiración bastante llamativa, con un ritmo amplio y sin presiones a lo largo de todo el metraje, asegurando el nivel del drama con un guion grandilocuente y directo. No se le puede llamar a la película con la identidad de un gore en su violencia, pero sí que tiene una ultraviolencia que destaca como subtexto, llevando la acción a una extrema sensación de rigidez y temeridad en la llegada al clímax.

El trabajo de Craig Zahler termina con un impacto enorme en lo que se refiere al personaje, su poca emocionalidad ya destaca en el estilema de su director y escritor como el rasgo tan descarado que exhibe sin escrúpulos la condición con la que narra al personaje de Vince Vaughn, y éste nunca antes había conmovido al espectador en su oficio.