Dos caballeros llegan a un castillo medieval, donde serán testigos de espectrales apariciones al servicio del mismísimo Mefistófeles, súbdito del Diablo.
Considerada como la primera película de terror, en realidad la intención del autor fue crear una historia de fantasía y humor. Su metraje, el más extenso hasta entonces (tres minutos y quince segundos), resultó ambicioso e innovador para la época. La filmación tuvo lugar en la finca de Méliès en Montreuil a finales de 1896, en un escenario pintado a mano. Una obra de visión obligatoria para entender los orígenes del cine fantástico.