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Voto de Tony Montana:
4
Terror Un grupo de jóvenes estudiantes de cine ruedan una película en un bosque, donde descubren que la muerte ha cobrado vida. Montados en una camioneta, y sin dejar de filmar ni un minuto de lo que les ocurre, recorren las carreteras de Pensilvania con el objetivo de llegar a sus hogares, pero después de algunos intentos se dan cuenta de que para ellos ya no queda ningún hogar real. (FILMAFFINITY)
28 de julio de 2008
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
George A. Romero es un cineasta que siempre ha intentado atentar contra la moral algo aborregada y políticamente correcta del tiempo en que le ha tocado vivir. Alejado de ello, bastante, se encuentra El diario de los muertos, su última incursión en el género zombie de un cineasta que será recordado, casi y exclusivamente, por ser su inventor y explotador principal. Sabedor de la escasez de ideas que ronda el género, donde, últimamente, solo destacan el remake de Amanecer de los muertos y la saga de 28 días/semanas después, y donde ha fracasado ese revoltijo de tópicos que es la saga de Resident Evil, irrespetuosa adaptación de un homenaje a Romero dentro del videojuego, ha querido reinventarse a si mismo y renovar la forma en que cuenta lo mismo que lleva narrando desde hace 40 años para acercarse más a un público que difícilmente tolera una buena idea. Pero, más allá de ese intento de incorporarse a los nuevos tiempos, la película se queda en agua de nadie al ser un ejercicio diletante y bastante reiterativo acerca de los medios de comunicación, carente de una motivación que no sea la crítica más aparente y donde no existe un hilo narrativo que seguir y que hubiera facilitado bastante la construcción de un guión deficiente por momentos, sacando a la luz la falta de talento del Romero que pretende ponerse auteur, alejándose de la imagen que le ha reportado respeto y fama, el buen y competente artesano.

El intento verista arranca como hacía El proyecto de la bruja de Blair. Romero presenta a los personajes intentando crear una complicidad con el espectador que nunca se llega a conseguir del todo, tratando de eliminar la barrera que separa mito de realidad formada por la pantalla de cine y hacer partícipe al espectador de ese terror en ocasiones metafísico y divagante que no es tal, y donde Romero nunca alcanza sus objetivos. Aquí arranca con una especie de autohomenaje a si mismo mientras rodaba la primera entrega de su saga de zombies en 1968, y su justificación acerca del, según muchos, estilo desfasado de sus zombies en comparación al a creación que hiciera Danny Boyle y que luego siguiera Zack Snyder, seres ultraviolentos de portentosas condiciones físicas alejadas de cualquier realismo anatómico. Así de sencillo y directo, y defendiendo el imaginario del cine de terror la creación de suspense mediante los clichés ya clásicos de la chica corriendo perseguida por un monstruo que, mucho más lento, porque si no se partiría los tobillos una vez muerto, terminará alcanzando a la chica. Es el modo del director de decir: mis zombies son lentos porque actúan en masa, y es entonces cuando crean peligro, en una idea bastante política que siempre utiliza en todo su cine, y que aquí toma una dimensión casi bufonesca debido a la casualidad con que todo sucede, prueba de un guión bastante pobre en el que apenas hay criterio narrativo alguno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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