Sádica propuesta que nos da una hora y media de tensión enfermiza para disfrutar/sufrir. Un millonario cita a un grupo de personas con diferente grado de desesperación a un juego macabro en el que deberán literalmente jugarse la vida para vencer. Eso sí, el ganador saldrá con la vida resuelta.

Se hace de la necesidad virtud y te produce suficiente mal cuerpo como para valorar esta pequeña y angustiosa producción. Rodada en un escenario cerrado casi toda ella, la sola interacción entre sus protagonistas, junto con los dilemas que se les presentan, mantienen un adecuado nivel de tensión. Tiene el acierto de no irse por los derroteros del gore barato y la sangre que se muestra es justita, haciendo así más creíble el relato.

Jeffrey Combs está superior como el magnate megalómano y psicópata, le odias casi desde antes de aparecer. Es terrible la frialdad con que acomete el abominable juego, como si la vida humana fuera tan desechable como basura. Los personajes, salvo la protagonista, están poco o nada desarrollados, lo que nos impide empatizar con ellos. Ese es su gran fallo. Aunque supongo que no debería hacer falta conocerles para lamentar lo que les va ocurriendo. Quizá se deslice cierta moralina sobre las decisiones egoístas y sus consecuencias, sobre todo con ese final, pero ya es si queremos sacarle punta al asunto. Pasen un buen mal rato y decidan.