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España España · Fuenlabrada
Voto de PaloDePacotilla:
9
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Hay muchas películas sobre la enfermedad y la muerte, sobre todo en televisión, pero la mayoría trata aspectos sociales (la familia, el hospital) y el sufrimiento físico" dice el director austriaco Michael Haneke, pero muy pocas reflejan cómo es ver extinguirse la vida de los seres a los que amamos. Menos con la sobriedad y realismo de este metraje que cuenta la historia de un matrimonio de profesores de música clásica ya jubilados, Georges y Anne, interpretados por unos espléndidos Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. Él quedará al cuidado de ella después de que esta sufra un infarto cerebral y, tras una operación fallida, su estado vaya irremediablemente a peor, dejándola incapacitada para defenderse por sí misma.

Hasta aquí alguien que vea por primera vez Amour, filme francés ganador de la Palma de Oro en Cannes y del Premio a Mejor Película del año en la FIPRESCI y en la Academia Europea, quizá no pueda evitar establecer comparaciones con otro filme galo de reciente renombre que también trataba sobre el amor, en este caso amistad, y el cuidado de los seres queridos, calificado por muchos como un canto a la vida. A diferencia de Intocable (Intouchables,2011), la película más vista de la historia del país vecino con 19.2 millones de espectadores y más de 120 millones de euros recaudados, a lo último del autor de Funny Games o La cinta blanca no le hace falta tirar de clichés facilones y bandas sonoras lacrimógenas para emocionar. Es más, la música, consuelo para los dos protagonistas del filme (tanto para Anne cuando escucha a su exitoso pupilo como para Georges cuando imagina su mujer sentada al piano antes del infarto), se interrumpe constantemente, en una sutil muestra del sufrimiento de los personajes. Haneke nos quita la posibilidad de dar rienda suelta al llanto y al menos desahogarnos escuchando a Schubert o Beethoven y nos deja una sensación desesperanzadora, en la que ya no queda ni margen para el bálsamo de la música.

La puesta en escena, de encuadres académicos y desarrollada por completo en el reducido espacio de un apartamento, muestra la misma templanza y dignidad con la que ambos ancianos sobrellevan su situación pero sin eludir los momentos más incómodos de la convalecencia como hacía Intocable. No se trata ya de hacer feliz al inválido con un paseo en Porsche. La cosa es seria y la hija del matrimonio, Eva, y su padre Georges se enfrentarán en un fotograma dejando un cuadro con el dibujo de un ave entre ellos dos. Ambos quieren decidir qué hacer con Anne, un ave atrapada que ya no puede volar de su casa.

Amour rechaza el misterio barato de telefilme mostrándonos el final de la historia nada más comenzar. No hay ni un solo Je t´aime en una de las más bellas demostraciones de amor de la historia del séptimo arte, pero no por ello menos incómoda para el espectador. Multitud de planos secuencia muestran con detalle la pesadez de la carga que se les ha echado encima a Anne y Georges, no solo la enfermedad y la muerte, sino el amor, que se debate entre el egoísmo y el sacrificio. Georges concederá a Anne su deseo, pero el relato no puede concluir ahí, no hasta que ambos se liberen marchándose juntos de la casa, hasta que el cineasta esculpe al protagonista de cualquier tipo de culpa.

Amour sobrecoge, pero no busca la lágrima fácil, sino la reflexión. Llama la atención los espacios de tiempo que el director ofrece a veces para que el espectador respire hondo e interiorice lo que ha pasado. Nada de ataques nerviosos después de que Georges abofetee a Anne, sino cuadros, elipsis de tiempo con múltiples posibles interpretaciones como otros tantos elementos del filme, pero en los que al menos algo es seguro: en esas imágenes fijas de grandes paisajes, que se suceden cada cual más oscuro, donde nunca pasa nada y la luz se apaga progresivamente, el tiempo se detiene, como para Anne y Georges.

Paloma González
PaloDePacotilla
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