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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Comedia Como miles de neoyorkinos, Richard Sherman (Tom Ewell) se ha quedado trabajando en agosto mientras su mujer e hijos disfrutan de unas gratas vacaciones en la playa. Siguiendo las recomendaciones de su esposa, está dispuesto a dejar de fumar, de beber, a acostarse pronto y sobre todo a no echar una cana al aire. Pero la tentación aparece cuando conoce a una despampanante vecina (Marilyn Monroe), tan sexy como ingenua. (FILMAFFINITY)
6 de septiembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El “Rodríguez” en su máxima expresión, radiografía burlona del hombre casado que en cuanto se ve con varios días por delante solo campando a sus anchas se cree el rey del mambo, el león desatado en la selva urbana, sin darse cuenta de que todas sus ansias de galán desbocado se hacen desde la seguridad de esa otra vida que le espera a la vuelta de la esquina. En pocas palabras, un pobre soñador, reflejo de lo que nos creemos en nuestras fantasías y lo que somos realmente en nuestra vida diaria. Y qué bonito es soñar y creernos irresistibles aunque luego seamos unos calzonazos. Como reconoce el propio Sherman, “La culpa es de mi imaginación, hay tipos que tienen los pies planos, otros tienen caspa, y yo una extraordinaria imaginación.”

Una divertidísima comedia con el encanto particular del maestro Billy Wilder, tocando muchos de los temas habituales en su filmografía, como la promiscuidad que a duras penas sofocamos, las apariencias sociales o el psicoanálisis, y sobre todo, las relaciones entre hombres y mujeres, el flirteo y los remordimientos. Es cierto que puede pecar de exagerada, pero de esas situaciones llevadas al límite surgen los mejores momentos de la película, y de las alocadas historias que despliega Sherman en su cabeza nace en nosotros cierta afinidad, porque resulta imposible no vernos reflejados en sus dudas y cavilaciones, en su ensoñaciones. Es un personaje de la galería Wilder, con sus debates morales que se asemejan tanto a otros protagonistas como los de “El apartamento” o “En bandeja de plata”.

Tom Ewell soporta sobre los hombros todo el peso de la historia, recogiendo el personaje que ya había interpretado en Broadway, pero la que resulta inolvidable es Marilyn, que está arrebatadora como pocas veces, luciendo esa vena cómica que tanto admiraba Wilder, en uno de sus personajes característicos de chica ingenua y despistada que a la vez irradia una sexualidad arrebatadora capaz de romper un corazón con un parpadeo. Verla sentada en el sillón, estirando las piernas para refrescarse frente al aire acondicionado, despierta en nosotros el deseo de descomponernos en partículas y mezclarnos con ese aire para acariciar su cuerpo.

Nunca ha tenido el respaldo unánime de la crítica y algunos no la consideran entre las mejores comedias de su director, debido seguramente a su encorsetamiento en la obra teatral que deja poco margen de maniobra, no dejando hueco para la sutileza e ironía característica de este cineasta, pero será que mi admiración por Wilder es infinita que a mí me parece una comedia sublime, rebosante de simpatía, con diálogos ingeniosos y algunas ocurrencias de los protagonistas que recuerda uno para siempre. A mí esta peli me gana con sus innumerables detalles encantadores, la ropa interior guardada en la nevera, Marilyn con el dedo gordo del pie atascado en el grifo de la ducha, los indios de Manhattan (para partirse), las historias que se monta Sherman en su cabeza, y por supuesto la falda de Marilyn levantándose por el paso del metro. Desde que la vi en su día ya no he podido separar el nombre de Rachmaninov a la imagen de Tom Ewell insinuándose frente al piano. Como le dice posteriormente el doctor Brubaker, “la próxima vez que vaya a acosar a una mujer procúrese mayor libertad de movimientos, y no confíe en la pequeñez de una banqueta de piano, está condenado al fracaso desde el principio”.
Me parecen suficientes motivos para considerarla totalmente un clásico. Indispensable.

Curiosidades: el director original iba a ser Cukor, con Gary Cooper de protagonista. Cuando Wilder se hizo con la dirección rechazó a Cooper porque daba demasiada imagen de galán, y propuso a Walter Matthau, que fue rechazado por la productora porque no era un rostro conocido en ese momento. Se eligió entonces como remedio utilizar al mismo actor que representaba la obra de teatro.
Orson_
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