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Voto de Wolf:
10
7.7
25,574
Comedia
Dos divorciados deciden compartir un apartamento en Nueva York, pero sus caracteres y sus estilos de vida son absolutamente incompatibles. La obsesión por la limpieza y el orden del meticuloso Felix (Lemmon) resulta desesperante para Oscar (Matthau), capaz de desordenar el apartamento a la velocidad del rayo. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2010
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no ha pensado que compartir piso con un amigo es una gran idea?
La extraña pareja nos muestra que, a veces, no es una ocurrencia tan inteligente... Partiendo de esa sencilla trama se construye una de las comedias más divertidas que soy capaz de recordar.
Estamos ante una obra de teatro convertida en película de manera magistral, pues la práctica totalidad de la trama se desarrolla en el salón de la casa de Óscar (Matthau), y aunque hay que tener en cuenta el brillantísimo guión, la dirección más que correcta y la pegadiza banda sonora; hay que reconocer el mérito a quién de verdad lo merece: Jack Lemmon (para no variar) y Walter Matthau, porque pese a compartir un puñado de buenísimas películas, creo que es en esta maravilla en la que están más convincentes: Lemmon como Felix, un maniático perfeccionista que es capaz de inspirarnos una enorme lástima o unas ganas irrefrenables de querer estrangularle sin apenas despeinarse (y eso que usa fijapelo). Y por otro lado tenemos a Matthau, en un papel que parece creado para él (aunque no lo fuera), interpretando al típico colega despreocupado, sucio y mujeriego; genial para echar la timba semanal de póker, pero desastroso como compañero de piso.
Y es que las escenas que ambos comparten en ese salón, sucio, agobiante al principio, pero pulcro e inmaculado más tarde son antológicas... Por no hablar de la comparación entre las dos partidas de póker (sigue en spoiler)...
La extraña pareja nos muestra que, a veces, no es una ocurrencia tan inteligente... Partiendo de esa sencilla trama se construye una de las comedias más divertidas que soy capaz de recordar.
Estamos ante una obra de teatro convertida en película de manera magistral, pues la práctica totalidad de la trama se desarrolla en el salón de la casa de Óscar (Matthau), y aunque hay que tener en cuenta el brillantísimo guión, la dirección más que correcta y la pegadiza banda sonora; hay que reconocer el mérito a quién de verdad lo merece: Jack Lemmon (para no variar) y Walter Matthau, porque pese a compartir un puñado de buenísimas películas, creo que es en esta maravilla en la que están más convincentes: Lemmon como Felix, un maniático perfeccionista que es capaz de inspirarnos una enorme lástima o unas ganas irrefrenables de querer estrangularle sin apenas despeinarse (y eso que usa fijapelo). Y por otro lado tenemos a Matthau, en un papel que parece creado para él (aunque no lo fuera), interpretando al típico colega despreocupado, sucio y mujeriego; genial para echar la timba semanal de póker, pero desastroso como compañero de piso.
Y es que las escenas que ambos comparten en ese salón, sucio, agobiante al principio, pero pulcro e inmaculado más tarde son antológicas... Por no hablar de la comparación entre las dos partidas de póker (sigue en spoiler)...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La primera de ellas, con ese ambiente irrespirable, con una nube de humo de puro perpétua, en el que casi podemos oler el sudor y la comida en mal estado ("aún están aquí los restos de la partida la semana pasada"); para comprobar que el extremo opuesto puede ser igual de horrible: con la persecución de Lemmon a todo aquel que no use un salvamanteles o el humidificador chupando todo el aire de la habitación ("son las cartas... ¡Ha lavado las cartas!").
Ambos actores están perfectamente escoltados por unos secundarios que con unas pocas líneas de diálogo, se convierten en inolvidables: Murray, el policía bonachón, el gruñón de Speed y su puro, o el inocente Vinnie, tan enamorado de su mujer...
El final creo que nos enseña algo a todos, porque prevalece el sentido común, y nos demuestra que los problemas con tus amigos siempre pueden ser superados, ejemplificado en la frase final, y es que la partida es sagrada, ¡pase lo que pase! Aunque a veces te den ganas de decir: "Murray, te doy doscientos dólares por tu pistola..."
Ambos actores están perfectamente escoltados por unos secundarios que con unas pocas líneas de diálogo, se convierten en inolvidables: Murray, el policía bonachón, el gruñón de Speed y su puro, o el inocente Vinnie, tan enamorado de su mujer...
El final creo que nos enseña algo a todos, porque prevalece el sentido común, y nos demuestra que los problemas con tus amigos siempre pueden ser superados, ejemplificado en la frase final, y es que la partida es sagrada, ¡pase lo que pase! Aunque a veces te den ganas de decir: "Murray, te doy doscientos dólares por tu pistola..."