Es curioso cómo viendo una película el espectador concibe otra distinta en su imaginación. A mí me pasa con Vivamente el domingo, la última de mi querido François Truffaut, posiblemente el director al que más cercano me he sentido nunca. Pese a ello, cambiaría muchas cosas de esta película, centrada en una secretaria empeñada en demostrar la inocencia de su jefe, acusado de un crimen. Incrementaría la dosis de comedia y reemplazaría a Jean Louis Trintignant por un actor más joven y simpático y que tuviera más química con Fanny Ardant. También tomaría como referencia el cine de Howard Hawks en lugar del de Hitchcock, teniendo en cuenta que el personaje de una desenvuelta y centelleante Ardant es muy hawksiano. Podría tener como modelo Luna nueva. Con todo, Vivamente el domingo cuenta con otros elementos que mantendría, empezando por la fotografía de nuestro Néstor Almendros en un blanco y negro cuya luminosidad queda patente en la deliciosa escena inicial, con Fanny Ardant, bella, joven y elegante, paseando por una calle arbolada perseguida por un perrito. Una estampa feliz y dominical.