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Voto de cinedesolaris:
9
6.0
3,311
Drama. Thriller
Chris Pratt (Joseph Gordon-Levitt), una antigua estrella del deporte en el instituto, ve cómo su vida da un trágico giro cuando tiene un grave accidente de coche en el que mueren su mejor amigo y la novia de éste. En el accidente además su novia pierde una pierna, y él sufre una herida en la cabeza que le reduce su coeficiente de inteligencia, le impide recordar cosas y le obliga a anotar las cosas más simples en un cuaderno. Pasado el ... [+]
21 de diciembre de 2020
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Scott Frank planteó el argumento a Steven Spielberg a mediados de los noventa. Entre sus referencias o inspiraciones, Bellman and true (1987), de Richard Loncraine o Tarde de perros (1975), de Sidney Lumet, películas con atraco centradas más que en la mecánica del robo en los personajes. Frank no desarrolló entonces el guion. La necesidad, tres hijos en sucesión y la compra de una casa, determinaron que optara por la labor mercenaria. Había adaptado una novela de Elmore Leonard, Get shorty, y le propusieron la de su nueva novela, Out of sight (1997). Antes de que se estrenara American beauty (1999), trabajó durante unos meses con Sam Mendes, pero este se inclinaría por la que sería su segunda obra, la magistral Camino a Perdición (2002). Quedó durante unos años aparcada en el baúl de los proyectos, hasta que David Fincher mostró interés. Incluso, fue tanteado Leonardo Di Caprio, pero Fincher optaría por Zodiac (2007). Scott reconoció que los dos meses de colaboración con Fincher fueron un fructífero aprendizaje. Gracias a él aprendió a pensar y elaborar los guiones en términos visuales. Esos pocos meses con Fincher me hicieron ver el guion como una película no tan solo como una historia. No acabo realizando la película, pero cuando yo la dirigí, rodé el guion que escribí para Fincher. Ya queda patente en la secuencia introductoria, tan eficaz como hermosa: Chris (Joseph Gordon Levitt) apaga los faros del coche, para apreciar en la noche la luz de las luciérnagas. Una magia que se desintegra cuando, al encender las luces, se encuentran ante una segadora en mitad de la carretera. ¿Qué hacía ahí? Así son los accidentes de la vida, a veces, tan absurdos. Chris fue el único superviviente. Murieron dos amigos y la mujer que amaba.
Tras el prólogo, la acción da un salto de cuatro años. Pero el presente arrastra el pasado como una pesada cadena. Chris se conduce por la realidad de otro modo. En una sucesión de secuencias de modulación impresionista, conducidas por la voz en off de Chris, y acompasadas con los acordes de la excepcional banda sonora de James Newton Howard (acordes que propulsan como un motor que intenta arrancar), Chris enumera lo que hace tras levantarse: Una y otra vez, me levanté y.... Frank, este modo, ya nos introduce con sutil concisión en la respiración tonal de la película, que no es sino el estado, la circunstancia emocional, inestable, interrumpida, de Chris. Lo que éste escribe es un ejercicio que realiza para el centro de rehabilitación al que aún acude. Estuvo diez días en coma tras el accidente, y las huellas del mismo no sólo están en las cicatrices que surcan su cuerpo, sino en sus fallos de memoria y en, a veces, no distinguir colores u aromas. Chris destacó como jugador de hockey sobre hielo años atrás, pero ahora el hielo de la quebradiza realidad le supera. Por eso, no logra completar ese ejercicio de describir lo que hace cada mañana, y en donde cada dos frases, reaparece el leitmotiv me levanté... Como si en su vida no hubiera arranque real y su motor vital se calara una y otra vez. Su amigo Lew le sugiere que lo plantee como una historia, pero para plantearlo como historia se necesita encontrar un sentido, y una dirección, algo de lo que carece un atascado Chris, que no logra rehacerse. Quiere volver a ser el que era, pero eso no puede ser, por lo que se convierte en un lastre, cuando debería pensar hacia dónde se dirige. Como le dice Lew, hay que saber el final de la historia, para poder empezar. Y Chris siente su historia deshilachada, como si se extraviara en los indefinidos puntos suspensivos.
Tras el prólogo, la acción da un salto de cuatro años. Pero el presente arrastra el pasado como una pesada cadena. Chris se conduce por la realidad de otro modo. En una sucesión de secuencias de modulación impresionista, conducidas por la voz en off de Chris, y acompasadas con los acordes de la excepcional banda sonora de James Newton Howard (acordes que propulsan como un motor que intenta arrancar), Chris enumera lo que hace tras levantarse: Una y otra vez, me levanté y.... Frank, este modo, ya nos introduce con sutil concisión en la respiración tonal de la película, que no es sino el estado, la circunstancia emocional, inestable, interrumpida, de Chris. Lo que éste escribe es un ejercicio que realiza para el centro de rehabilitación al que aún acude. Estuvo diez días en coma tras el accidente, y las huellas del mismo no sólo están en las cicatrices que surcan su cuerpo, sino en sus fallos de memoria y en, a veces, no distinguir colores u aromas. Chris destacó como jugador de hockey sobre hielo años atrás, pero ahora el hielo de la quebradiza realidad le supera. Por eso, no logra completar ese ejercicio de describir lo que hace cada mañana, y en donde cada dos frases, reaparece el leitmotiv me levanté... Como si en su vida no hubiera arranque real y su motor vital se calara una y otra vez. Su amigo Lew le sugiere que lo plantee como una historia, pero para plantearlo como historia se necesita encontrar un sentido, y una dirección, algo de lo que carece un atascado Chris, que no logra rehacerse. Quiere volver a ser el que era, pero eso no puede ser, por lo que se convierte en un lastre, cuando debería pensar hacia dónde se dirige. Como le dice Lew, hay que saber el final de la historia, para poder empezar. Y Chris siente su historia deshilachada, como si se extraviara en los indefinidos puntos suspensivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Chris trabaja como limpiador y guarda nocturno en un banco. Aspira a ser cajero, e ir ascendiendo, hasta encontrar su posición en la sociedad y la vida. En suma, salir de los márgenes en los que se siente atrapado. Otra opción en el horizonte es montar un pequeño negocio con Lew, un pequeño bar. Claro que no es fácil encontrar crédito, como encontrar apoyo de su rico padre, que minusvalora sus proyectos. Le presta el justo dinero para pagar el alquiler e ir tirando, pero nunca apuesta por él, para que se impulse y encuentre su camino. Más bien, representa una tercera opción nada estimulante, ya que insiste en que vuelva al nido con ellos. Ni en los bares logra ligar, torpe y tímido, paralizado en la distancia. Hasta que aparece, Gary (Mathew Goode), hombre con la necesaria persuasiva desenvoltura. Le hace sentir parte de un grupo, y le posibilita la oportunidad de conocer chicas, en concreto, a Luvlee (Isla Fisher). Pero todo es un espejismo. Lo que pretende Gary, con la seducción de esos dulces es atraerle para que colabore con ellos en un atraco al banco en el que trabaja. Quien tiene el dinero, tiene el poder, le dice. De la misma manera que los bancos prestan o subvencionan muy parcamente a los granjeros para tenerlos sojuzgados en la dependencia, ya que no les ayudan lo suficiente para que se propulsen y afiancen con la independencia económica, el padre de Chris tiene atado a su hijo, cual extensión de él mismo. ¿O acaso le prestaría mil dólares si se los pidiera?, apunta Gary. Chris literalmente se los pide, y se corroboran las palabras de Gary. Y, por otro lado, el banco hace oídos sordos a su petición de un crédito para montar el bar. ¿Por qué no quitar lo que no te dan? De ese modo, puede hacer una historia con su vida. Chris ya puede afirmar (en una brillante idea de guion) me levanté y seguí al furgón blindado del dinero...me levanté y ayudé a Gary a... Por fin, algo sucede, algo que rompe el hielo de la repetición de su vida enquistada, de la que no puede hacer historia, porque no reconoce, ni quiere, esos patrones o rituales en los que está sumida su vida. Porque son un engaño y una trampa. Pero ¿es la solución? ¿O debería enfrentarse a esos fantasmas de su rabia y frustración?
En cuanto le plantean que le van a ascender a cajero, Chris mira la tarjeta que dio cuando le aceptaron en el banco, la tarjeta en la que se declaraba como incapacitado por heridas de accidente en la cabeza. El origen de todo, la herida que no ha logrado cicatrizar, con la que no se ha logrado enfrentar. Aunque ya es tarde para echarse atrás en ser partícipe del atraco, en el que le habían adjudicado el papel fundamental de El vigía (The lookout), atento a si aparece la policía. Toma consciencia, entonces, de que era un vigía ciego que no sabía mirar su propio horizonte, aunque fuera incierto y precario. Y la violencia se desata. Frank modula con precisión estas secuencias sin nunca perder de vista que lo que, primordialmente, está en juego es ese proceso de conciencia, o de apertura de mirada, de Chris, quien al final habrá asumido ese incierto hielo de la realidad sobre el que se camina, pero se habrá perdonado al fin a sí mismo, y quizás así logren perdonarle los demás. Por fin, los pasos sí son suyos. Ya puede ver con claridad. Ya es vigía de su propia vida. El relato de su vida no está ya encasquillado. Sabe direccionar los puntos suspensivos de su propia historia en un futuro que sabe será siempre presente incierto. Me levanté esta mañana y...
Alexander Zárate
Extracto Estudio Scott Frank
http://elcinedesolaris.blogspot.com/2020/12/gambito-de-dama-y-el-cine-scott-frank.html
En cuanto le plantean que le van a ascender a cajero, Chris mira la tarjeta que dio cuando le aceptaron en el banco, la tarjeta en la que se declaraba como incapacitado por heridas de accidente en la cabeza. El origen de todo, la herida que no ha logrado cicatrizar, con la que no se ha logrado enfrentar. Aunque ya es tarde para echarse atrás en ser partícipe del atraco, en el que le habían adjudicado el papel fundamental de El vigía (The lookout), atento a si aparece la policía. Toma consciencia, entonces, de que era un vigía ciego que no sabía mirar su propio horizonte, aunque fuera incierto y precario. Y la violencia se desata. Frank modula con precisión estas secuencias sin nunca perder de vista que lo que, primordialmente, está en juego es ese proceso de conciencia, o de apertura de mirada, de Chris, quien al final habrá asumido ese incierto hielo de la realidad sobre el que se camina, pero se habrá perdonado al fin a sí mismo, y quizás así logren perdonarle los demás. Por fin, los pasos sí son suyos. Ya puede ver con claridad. Ya es vigía de su propia vida. El relato de su vida no está ya encasquillado. Sabe direccionar los puntos suspensivos de su propia historia en un futuro que sabe será siempre presente incierto. Me levanté esta mañana y...
Alexander Zárate
Extracto Estudio Scott Frank
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