La filmografía de Jacques Tourneur habla por sí sola, y por si no es suficiente, vale la pena ver esta contundente producción a la que pocos peros se le pueden encontrar. Por encima de todas sus virtudes, se trata de un guión excepcional, los personajes están vivos y tienen las características necesarias que los hacen vivos, creíbles, reconocibles. No se trata de las vagas generalidades a las que nos tienen acostumbrados los guionistas de medio pelo, en esta cinta, los personajes respiran, sienten y van creciendo en matices a medida que se va desarrollando la trama.
En segundo lugar hay que mencionar el excepcional reparto. Con dos menciones especiales y un pero. Las menciones especiales son para Jane Greer, fuera de serie y un Kirk Douglas que, en su papel de Whit Sterling, realiza un trabajo que se salta varias décadas de interpretación. Ambos superan en mucho a un hierático Robert Mitchum que parece estar fuera de foco en demasiadas escenas. Su actuación, sin embargo, sí que parece marcada por los clichés de la época. La de Kirk Douglas está en las antípodas, sorprendiendo por la modernidad de su interpretación.
En tercer lugar destaco los tiempos de la películas, la forma en la que la tensión se genera y va creciendo a cada toma es la impronta de un genial director.
Un gusto.