Este es el único de los tres capítulos de la quinta temporada que guarda algo de la esencia de lo que solía ser Black Mirror.
El él nos encontramos a un par de amigos que a través de la inmersión total de los videojuegos, concretamente uno tipo street fighter, comienzan a experimentar otras realidades (por decirlo de alguna manera) que en el mundo real ni se plantean.
El planteamiento no está mal, y se podría decir que en cierto modo tenemos otro San Junipero (salvando las distancias) pero su ejecución ha sido bastante floja.
Al capítulo le falta la esencia. Ese estilo aséptico, ecléctico y frío que representaba la tecnología no se encuentra en este capítulo. Tiene casi más de telefilm que de serie de ciencia ficción, e incluso diría que el capítulo ha sido bastante repetitivo.
También hay varias incongruencias que hace que la historia se quede en una mera anécdota e impide que te metas, y sobre todo te creas, la historia que se cuenta.
A un planteamiento así se le podía haber sacado bastante más jugo, y con un buen guion como los de antes y un estilo bien hecho se podría haber quedado uno de esos CAPÍTULOS que representan la serie.
Sin embargo, dentro de lo que cabe sí es un capítulo que podría haberse dado en las anteriores temporadas, no sería de los mejores pero sí se puede meter dentro de lo que es Black Mirror (teniendo en cuenta la bajada de calidad).