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España España · Madrid
Voto de AnaCleta:
8
Thriller. Drama Rodada en un único plano secuencia, el film tiene como escenario el famoso barrio berlinés de Kreuzberg. La cámara es testigo de todo lo que le pasa a la joven Victoria, una joven española de Berlín, durante dos horas de su vida: desde las cuatro de la mañana hasta las seis: desde que conoce a cuatro jóvenes para los que la noche acaba de empezar, y cómo en ese breve periodo de tiempo le suceden cosas que darán un giro total a su vida. (FILMAFFINITY) [+]
14 de noviembre de 2015
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero de todo, decir que antes de escribir nada sobre "Victoria", la he dejado reposar unos días para no dejarme llevar por el efecto inmediato (bueno o malo) que supone ver un plano secuencia de casi dos horas y media. Una semana después pienso lo siguiente:

En los últimos años, la representación de la realidad en el cine se ha visto enriquecida e intensificada por los diferentes avances técnicos que han ido permitiendo narrar historias eliminando hasta donde se pueda o se quiera el artificio del soporte cinematográfico. Ya lo decía Bazin en sus pensamientos acerca de una representación fiel de esta realidad, que no consistía tanto en representar de una forma mimética todo aquello que sucede en el mundo real, si no en crear una serie de condiciones en la puesta en escena que nos transmitieran de la forma más completa esa sensación de realidad, siendo una de éstas el plano-secuencia

Victoria es una joven española de Madrid que lleva viviendo tres meses en Berlín, donde trabaja en una pequeña cafetería con un piano que, más tarde descubriremos como uno de los elementos desencadenantes de su frustración y desencanto vital. Tras toda una vida de dedicación, a Victoria le dicen que no es lo suficientemente buena, emborronando la expectativas de futuro que le acaban conduciendo a la confusión y la incertidumbre sin haber apenas rozado la treintena. Una noche en la capital alemana, Victoria conoce a un grupo de jóvenes berlineses que la invitar a pasar un rato con ellos, un rato que se acaba convirtiendo en los 140 minutos que dura el plano secuencia y que además cambiarán el destino de la protagonista, para bien o para mal.

Quizás es de esto de lo que se trata el film, de la búsqueda de un nuevo porvenir en vista de las carentes expectativas de futuro, o al menos de nuevas emociones, del "sí a todo" porque no se puede perder lo que no se tiene. (Y YA ESTÁ. No tiene más complicación NI PRETENDE TENERLA, que es lo importante. Es una película ambiciosa en su forma pero humilde en su contenido, nunca nos engaña prometiéndonos algo que no nos acaba dando.) Y es que en realidad, no hay otro motivo que explique la actitud de Victoria frente a las situaciones que se le presentan. Haciendo caso a su propio grito de guerra desde una azotea, Victoria quiere quemar Berlín, aunque finalmente acabe siendo al revés. Nos encontramos así frente a una historia sencilla, un guión simple sin más profundidad que la que se ve en pantalla con conversaciones anodinas e irrelevantes, pero es que no tienen por qué ser profundas ni metafísicas ni tampoco subversivas, porque Sebastian Schipper las muestra tal y como se darían en cualquier noche de fiesta entre jóvenes veinteañeros (al menos hasta que deja de ser cualquier noche de fiesta).

Es imposible no acordarse de la ochentera "Deprisa, deprisa" de Carlos Saura, donde un grupo de jóvenes de clase media-baja, sin un rumbo fijo y con ganas de vivir encuentran en el robo y la delincuencia una forma de subsistir, pero sobre todo de encontrar un camino que les lleve a algún sitio fijo en el que ya no tengan que preocuparse por la incertidumbre del mañana. En los ojos melancólicos de Victoria tocando el piano se refleja una Ángela asustada y novata, pero también decidida a vivir cueste lo que cueste. Distintas generaciones en diferentes épocas, con diferentes historias y motivaciones pero mismos anhelos e inquietudes. Tanto Sebastian Schipper en 2015 como Carlos Saura treinta años atrás retratan un pedazo de la historia de unos jóvenes que con más desdicha que fortuna pero aún con corazón cometen errores de ética cuestionable incluso para ellos mismos, con el objetivo de encontrar un lugar en el que quepa todo aquello que siempre desearon, nunca tuvieron y posiblemente nunca tendrán.

Y es precisamente en esta sencillez donde entra en juego la importancia del plano-secuencia, pues es aquí donde reside, a mi modo de verlo, el principal atractivo de la película y lo único que la hace especial y diferente de cualquier otro thriller mainstream con actores jóvenes, mucha acción y poco subtexto. No hay que olvidarse sin embargo de estos actores jóvenes, con una gran Laia Costa que impregna el personaje de Victoria con apreciable ternura y naturalidad que hacen imposible al espectador resistirse a la empatía generada. El guión y la acción se supeditan así a la técnica que las hace brillar, porque es ésta la magia del plano-secuencia que nos hace seguir las acciones a tiempo real, sentir las emociones de Victoria y sufrir con ella y por ella. Aquí no hay respiro, no hay cortes ni cambios de plano. Los hechos que cambian la vida de Victoria se suceden durante dos horas y veinte minutos, que es exactamente el tiempo que el espectador pasa frente a la pantalla. Los momentos de sosiego a los que estamos acostumbrados nunca aparecen porque tampoco existen las elipsis que nos obligan a desconectar momentáneamente de la acción y recordar nuestra propia esencia de espectadores presenciando una construcción.

Victoria no nos entrega una historia real, sino que pone en marcha todos los medios posibles para crear unas condiciones que recreen la sensación de realidad de tal manera que, aún sin dudar del artificio del medio, nos entregamos a él y decidimos creerlo, aunque sea tan sólo durante 140 minutos.

Victoria da lo que promete, y nada más. Que ya es mucho.
7,5 que por los actores y POR LAIA lo redondeo al 8.



Paula Costa (@Pau_presley),
Los lunes seriéfilos
AnaCleta
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