Wes Craven, con un guión de Kevin Williamson en mano, realizó esta película que, algunos años después, se convertiría en otro clásico del género de terror, y que sería objeto de muchísimas (y bastante pobres) imitaciones.
Podría calificarse como la pionera de las películas de terror adolescente, aunque no sea la primera que se filmó, y surgió en un momento en el que el género de terror estaba en franca decadencia.
Scream tiene el suficiente suspenso como para atrapar hasta al más despistado, suficiente sangre y violencia como para impresionar al de estómago más fuerte y suficientes sustos como para que al irnos a dormir, queramos dejar la luz prendida.
Es una historia creíble, que además tiene cuotas de humor corrosivo, irónico, que a veces es tan cortante como el cuchillo del malévolo fantasma destripador de púberes. Es una película de terror, que solapadamente, se burla de sí misma, del género en la que está inmersa, que se burla de sus propios creadores es sus narices y lo hace de manera eficiente y tan sutil, que la película asusta de todos modos. No se trata de un humor absurdo, estúpido y pornográfico, como el de Scary Movie. Los que la vean, se darán cuenta de lo que hablo, si prestan atención. Y, después de verla, sentirán un dedo helado recorriéndoles la espalda, cada vez que el teléfono suene después de la medianoche.