Las pinceladas de cada trama van extendiendo sobre la pantalla unos perfiles muy atractivos que invocan a un tiempo los resortes del terror y el remanso rural aunque siempre sobrevuela la sombra de una inquietud.
Matices psicológicos ilustran cada escena y el guión de J. Sangster parece una detonación certera que va dejando sus huellas de gran cine con naturalidad y elegancia.
El ritmo encuentra esa cadencia en la que cada acción ocupa su lugar justo y la intriga nuca desaparece pero sabre aplicar sólo la presión necesaria.
Todo ello apoyado por una estupenda interpretación en el contexto de una excelente y luminosa fotografía en blanco y negro