Disciplina militar, peripecias en el lejano Oeste y el inevitable lance romántico ocupan sus lugares en una pantalla ingenua pero capaz de ofrecer al espectador destellos de interés casi cien años después de su estreno.
Se trata de una semblanza argumental de voluntad épica y de vocación legendaria muy bien desarrollada y cuya magnífica ambientación contribuye a proporcionar credibilidad a la historia.
Algunas escenas resultan de fuerte impacto plástico por su espectacularidad en el contexto de un vigoroso estilo narrativo.
También hay que destacar un brillante ejercicio de movimiento de masas.