Una ácida retrospectiva pone en situación al espectador para que el argumento de R. Gallegos cale hondo desde el principio y el patio de butacas sienta que en la pantalla se presenta una historia de rango mayor.
Relato dramático que se vierte descarnado al celuloide y le imprime vigor, credibilidad y una considerable dosis de sentido trágico de la vida.
Las escenas resultan impactantes, la ambientación rural es excelente, la fotografía ofrece un rostro rutilante y los detalles de la acción se muestran inmisericordes. En cada fotograma asoma el marchamo de una película excepcional y la magnífica interpretación sobrecoge por su verismo tanto en los actores principales -J. Soler y M. Félix- como en los secundarios.
Diálogos de un lirismo bellísimo, ecos de leyenda épica, apuntes de psicología y guiños de complicidad se dan cita en un escenario en el que la novela del narrador venezolano se convierte en un lujo cinematográfico, en un auténtico orgullo de la filmografía mexicana.