Después de más de veinte años de la última entrega, Warner ha decidido reiniciar la serie cinematográfica de Mortal Kombat, originalmente basada en la saga de videojuegos que ya lleva más de diez títulos a sus espaldas.

Tras confiar en el debutante Simon McQuoid en la dirección y con el guión de Oren Uziel, Greg Russo y Dave Callaham, el resultado ha sido más que satisfactorio. Con una historia nueva y diferente a la de los videojuegos, aunque manteniendo los mismos personajes (excepto el protagonista, que es original de la película), este film ha buscado acercarse lo máximo a la sensación de estar jugando, ya que los efectos especiales y la banda sonora (sobre todo los sonidos concretos, como los cortes y los golpes) recuerdan mucho al planteamiento de los videojuegos originales y hará que los fans de este género sufran de nostalgia. Esto se magnifica en los combates, que relucen por su estilo gore, con mucha sangre y con maneras un tanto salvajes de acabar con el adversario, igual que en la consola.

Aun así, lo más destacable de esta propuesta son las referencias a los mismos juegos, sus efectos especiales y las coreografías en las luchas pues, como suele pasar en las adaptaciones cinematográficas de este formato, el guion y la trama pasan a un segundo plano menos trabajado y no suponen ningún esfuerzo mental para el espectador, más allá de entender lo que está pasando en ese momento.

En definitiva, en este largometraje, el realismo brilla por su ausencia, pero aun así es muy disfrutable para los fanáticos de la saga o para los que adoran las producciones gore y/o de lucha.

Un film para pasar un buen rato: su simplicidad argumental y la estética general son perfectas para desconectar del exterior y centrarse solo en los fatalities y los combos de los combates.

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