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Voto de Revista Contraste:
8
Drama Bruno y Malik son dos amigos que durante veinte años han vivido en un mundo diferente: el de los niños y adolescentes autistas. A cargo de dos organizaciones sin ánimo de lucro, forman a jóvenes para que sean cuidadores de casos extremos. De esta forma crean una asociación excepcional, fuera de los entornos tradicionales, para unas personas extraordinarias.
18 de septiembre de 2020
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Olivier Nakache y Éric Toledano quedaron impresionados, hace años, cuando conocieron a Stéphane Benhamou y Daoud Tatou, los alter ego de sus protagonistas. Ambos se dedican a ayudar a los desahuciados por un sistema público incapaz de ofrecer la subsidiariedad precisa a ellos y sus familias.

Además, la disparidad de religiones entre Benhamou y Tatou (judía y musulmana respectivamente) y, a la vez, el mutuo entendimiento para ayudar a cada persona, fue otro aspecto que les llamó la atención, por lo que tiene de derribar tantos y tantos tópicos y prejuicios.

Con este material, los cineastas (autores de obras tan radiantes como Intocable o Samba) se acercan de nuevo a una realidad cruda, pero dando relevancia al esfuerzo y a su cara más positiva. Dejan de lado el sarcasmo, la decepción y el rostro más descarnado que otras películas deciden mostrar ante problemáticas del estilo, para resaltar que la persona puede hacer el bien, puede poner a los más débiles por delante y hacer que otros lo secunden.

Si en Cannes recibió un gran aplauso, en el Festival de San Sebastián robó el Premio del Público con la mejor nota alcanzada hasta 2019 (9,19 sobre 10). Y es que Nakache y Toledano revelan que la estela que deja el bien no solo es amable sino que también tiene sentido del humor. Y todo eso hace que conecten en extensión e intensidad con el público. A la vez, el ritmo se logra con un buen ensamblaje de escenas de viajes, llamadas o entradas y salidas de los espacios de aceptación (casa de acogida), de mediación o prueba (el metro, un nuevo lugar de trabajo) o incluso de hostilidad (hospital, calle…).

No cabe duda que los actores están a gusto y responden transmitiendo esa autenticidad. En especial, son trascendentes los trabajos de Benjamin Lesieur (Joseph), diagnosticado con TEA, y de Marco Locatelli (Valentín), cuyo hermano también presenta esta condición.

Sus frases –los lamentos y las alegrías– todas caen en la trama para seducir al espectador; eso sí, sin sucumbir a un emotivismo fácil (aunque se bordea en algún momento). No obstante, la realidad y su peso rescatan y avalan la veracidad de lo que se cuenta.

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Revista Contraste
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