Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)... o simplemente el placer de disfrutar de unas interpretaciones magníficas, llenas de tensión, veracidad, inteligencia, morbo, traición, humor, y de tanto en tanto esa necesaria imaginación que sobrevuela por áticos y terrazas con ansias de plasmar una imagen diferente, la esencia del actor que quiere ser de verdad. Y es que hace unos cuantos años no habríamos apostado nuestra porción de tarta, de química industrial, insípida, por Michael Keaton (en negrita porque lo merece), anclado en títulos irrelevantes como Robocop, Recién Graduada y poca cosa más. De la imaginación surge una película que transporta al espectador a los recovecos de la interpretación sin cortes, mostrando la boca y sus perdigones de saliva, natural como la vida misma detrás de los telones, una lucha constante para dejar de ser mediocre. Sin duda el director Alejandro Glez Iñarritu ha realizado uno de sus mejores trabajos, quizás superiores a Babel, 21 Gramos, o Biutiful, pero lo más gratificante es lo que vendrá de seguir así, superándose a sí mismo e inspirando a quienes le rodean, desempolvando matices y re-descubriendo a "viejos" actores, viejas temáticas y viejas historias que hablan de sentimientos y emociones cotidianas comunes a todos los mortales.

El resto del elenco, Emma Stone, Edward Norton, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Amy Ryan, etc, también merecen negrita, un trabajo bien hecho, perfectamente aprovechado en cada minuto interpretado.
Lo mejor de la película es esa imaginación voladora, esa segunda personalidad, al principio inconexa con la trama, esa perfecta conquista del yo que todos llevamos dentro para sacar lo bueno o lo peor de la bondad- visceralidad, el ego más profundo o la rabia que produce la impotencia frente a la adversidad de la cruda realidad.

Que ustedes la disfruten con ganas.