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Voto de Demetrio Rudin:
7
Acción. Drama Las autoridades y los personajes más importantes de San Francisco se encuentran en la fiesta de inauguración de un nuevo rascacielos de 138 plantas. Mientras los invitados disfrutan de la fiesta, que se celebra en el último piso del edificio, un suceso fortuito desencadena la tragedia: un cortocircuito en un cuarto trastero del piso 81 provoca un incendio que comienza a expandirse a gran velocidad. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2006
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un nuevo y gigantesco rascacielos de 138 plantas va a ser inaugurado en la ciudad de San Francisco. Mientras la fiesta (a la que acude un variado grupo de invitados entre quienes no faltan las autoridades locales y las principales personalidades del lugar) se desarrolla con aparente normalidad, un cortocircuito en un cuarto trastero del piso 81 genera un incendio que se propaga rápidamente...

Esta es la base argumental de una de las obras cumbres del apodado cine catastrofista que se venia realizando durante la década de los 70 con películas como: “Terremoto”, “Aeropuerto”, “Inundación”, Huracán… Como era de esperar los directores sin ideas de los 80 y 90 tomaron a estos filmes como inspiración a la hora de realizar pobres producciones de segunda fila, que mermaron progresivamente la calidad de un género, que de por si no tiene que ser pobre ni achacoso. El coloso en llamas basa su principal atractivo cara al público en un solidísimo guión de Stirling Silliphant. El tinte dramático de este guión resulta obvio a lo largo de toda la trama, desarrollando finas historias paralelas que aprovechan el aislamiento de ciertas plantas durante el incendio como un espacio de aislamiento orientado al conflicto dramático. Esta sensación de claustrofobia por no poder bajar ni subir crea una agobiante atmósfera que envuelve al espectador desde los primeros compases de la cinta. El fuego maneja también un aspecto del film muy importante, tanto por el interés catastrófico como por la analogía clara a las ambiciones humanas de ambición y poder, edificios cada vez más y más altos…

John Guillermin ejerce una estupenda dirección, en la cual los efectos especiales priman sobre cualquier otro factor técnico. Los movimientos de cámara bastante efectivos se orientan a favor de la creación de personajes en deprimento de lo estético, que se ve recompensado con unos soberbios planos exteriores del edificio ardiendo. La música del aclamado John Williams, se muestra portentosa gracias a épicas composiciones orquestales, destaca el acompañamiento sobre la secuencia inicial del helicóptero, una auténtica maravilla. El reparto gira entorno al duelo interpretativo que mantienen Steve McQueen y Paul Newman.

Tres Oscar® alaban a esta loable superproducción del cine americano de mediados de los 70.
Demetrio Rudin
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