Christopher Nolan sigue fiel a sí mismo, a aquello que más beneficios le ha reportado: la espectacularidad. La trilogía del Batman más oscuro, guardián de la Gotham más peligrosa, viciosa y corrupta, se cierra a lo grande, con tintes épicos desde su mismo inicio, el cual recuerda demasiado al de la entrega anterior. Quizás sus numerosas referencias a los anteriores filmes sean uno de los pocos lastres que, parece mentira, la Warner Bros no ha sido capaz de difuminar. Este hecho, que los fans de la saga agradecerán, ahuyentará a quienes no han tenido oportunidad de ver todos los episodios, algo que casi puede tildarse de “delito” cinéfilo, si me permiten la licencia.

El nuevo Batman tiene algo que le diferencia de los anteriores y es que la trama es más compleja que nunca, con claras analogías con el mundo moderno que trazan una difícil línea divisoria entre la realidad y la ficción, más fina que nunca al fusionar New York con la imaginaria Gotham y un terrorista campando a sus anchas merced a un guion propenso a los cambios de dirección y a la mezcla de la crisis, el lujo, la pobreza, la irracionalidad y la manipulación de las masas, de modo que el Gotham ideado por Nolan pasa a ser escenario de la película de superhéroes más contemporánea vista nunca.

Fuera del papel, ‘El caballero oscuro: la leyenda renace‘ se maneja incluso mejor, con espléndidas escenas de acción fruto de los millones invertidos así como de la pericia de su director que hacen las delicias de los palomiteros que paladean sin rechistar las más de dos horas y media de un metraje salpicado de la excesiva música de rigor -de Hans Zimmer- y de un reparto de lujo heredado de la primera y segunda parte así como de ‘Origen’, última obra maestra de su autor, al que se une una deliciosa Anne Hathaway en el papel de Catwoman. No llega a la altura de ‘El caballero oscuro’ donde el Joker inundaba la pantalla, pero lo suple con maestría, pirotecnia y guion y brinda un fin perfecto a la mejor trilogía que ha traspasado el cómic para llegar al celuloide.