No sé cuántas docenas de veces habré visto esta peli, pero el caso es que nunca me cansaré de verla. La acción transcurre en Roma -la antigua, no la de ahora- y nos muestra una rebelión de esclavos liderada por un personaje que realmente existió y del cual hablan las crónicas. Y el caso es que yo me imagino al tal Espartaco tal y como aparece en este film, tal y como lo interpreta Kirk Douglas -en el mejor papel de su carrera-, con las mismas emociones, con los mismos temores, con la misma convicción, con la misma rabia furibunda.

La actuación del mayor de los Douglas es sencillamente portentosa -y eso que no es santo de mi devoción- pero su encarnación de Espartaco traspasa la pantalla.

Hay escenas muy emotivas, de gran ternura. Sobre todo las protagonizadas por Jean Simmons.

En su demérito cabe decir que el film se hace un poco largo, puede que haya alguna escena sobrante.

Eso sí, el film presenta las mejores escenas de lucha entre gladiadores de todos los tiempos.