Cuando tras la polémica de Kevin Spacey por sus despreciables connotaciones de orden sexual, no se puede negar que su actuación es de un magnífico sobresaliente que oscurece, y mucho, el papel de la primera dama Robin Wright.
Califico con un 8 las cinco primeras temporadas, aunque el interés va cayendo tras la tercera temporada. Grandes intérpretes con excelentes guionistas y muy buena dirección.
Tras el debate de Netflix de seguir la serie o no tras la trituración pública del actor Spacey, Netflix se decantó por seguir con ella prescindiendo de este actor incluso en lo ya rodado. Justicia ante unos graves delitos que conforman un guion singular si se quiere darle interés ante la desaparición del mejor personaje y mejor actor.
Cuando vi a Robin Wright como PRODUCTORA EJECUTIVA me santigüé y me dije: Esto seguro que radicalizará y viciará lo que hasta ahora había sido un sobresaliente maquiavelismo.
Mal la productora por dejarle hacer a la extremista empoderada Miss. Wright. Así la vemos propiciando la misandria. Pocos saben que es la misandria, lo copio del RAE “Aversión a los varones” que Wikipedia amplía “puede manifestarse de diferentes maneras, que incluyen denigración, discriminación, y violencia contra el varón”. ¡Caramba! De momento no obliga a los varones a que ellos reaccionen con la misoginia que llevaría a un auténtico estatus de permanente guerra de sexos. ¡Qué divertido!
Pero hay más. Se comete un grandísimo fallo que seguro no es atribuible a los guionistas. En las cinco temporadas anteriores nos han vendido que Francis o era impotente o era gay o ambas cosas. Hasta anima al amante de su mujer para que le dé lo que él no le puede dar. En la banalidad ‘progre’ de esta sexta temporada resulta que ella está embarazada de Francis en unos momentos en el que ella no hacía más que martirizarlo. ¿Milagro? Sí, pero que acaba de destrozar la temporada. La temporada 6ª la califico con un 2.
Recomendación: verla en sus cinco primeras temporadas y olvidarse de la sexta; no aporta más que una confusión con un personaje, Robin, en el que se echa en falta a Spacey. Demasiado rígida para un papelón indigerible; solo sabemos lo que dice oralmente. El lenguaje corporal se ausenta.