Los que somos asiduos a eso de seguir la actualidad cinematográfica en nuestro país, estamos familiarizados (qué remedio...) con esa costumbre tan de nuestras distribuidoras, consistente en cambiar el título original de las películas para así, de algún modo (y como diría el muy ilustre José Ignacio Wert), ''españolizarlo''. Por ejemplo, y sin necesidad de remontarnos demasiado en el tiempo, famosos son los casos del filme de Paul Thomas Anderson, 'There Will Be Blood', que llegó aquí con la excelsa traducción de 'Pozos de ambición' (pasándonos así por el forro tanto la versión original fílmica como la originaria literaria de Upton Sinclair), o el de la trepidante 'The Raid', que no llegó comercialmente a ninguna sala pero sí se estrenó en el mercado DVD con el también muy trepidante título de 'Redada asesina'. La coña tiene su explicación, y es que al parecer el público de aquí es imbécil (más que en otros sitios, se supone), y necesita que le den la comida masticadita.

No hablamos del troglodítico nivel general en lo que a conocimiento de lenguas extranjeras se refiere, sino más bien de la vagancia (en mayúsculas), instauradísima en un país históricamente muy poco amigo de los grandes esfuerzos. Volviendo al tema central, la reivindicación de la Marca España de los títulos de película, por mucho que se haga pensando en hacer el producto más accesible para el espectador medio, acostumbra a tener el efecto secundario nocivo de asociar al filme de turno (ya sea de forma justa o injusta) a una calidad que está muy por debajo de lo que normalmente nos encontramos al final... ¿o acaso ''Pozos de ambición'' no presagiaba el lanzamiento de la enésima telenovela venezolana (por lo del petróleo) de sobremesa? Es quizás por esto que lo mejor que podía hacer uno a la hora de intentar vender 'The Prince' era hacer lo que finalmente se ha hecho: conservar el título.

Cualquier otra decisión hubiera supuesto atentar contra una cinta que precisamente ya se muestra demasiado proclive a auto-infligirse todo tipo de daño imaginable. Entre una de sus muchas modalidades está la comentada ''españaevolución'' del título. En este caso, y para no desentonar con el resto de cartelera, se hubiera podido optar por ''Venganza sangrienta'', ó ''Mi padre es asesino'', ó ''Mi hija se pincha'', ó ''Nueva Orleans: Cenagal del pecado''. ¿Por qué no? Quedándonos con esta última alternativa, cabría preguntarse también qué diablos pasa en la perla de Louisiana, es decir, en la que oficialmente es la mejor ciudad de los Estados Unidos. Como siempre, hay -maravillosas- excepciones, pero demasiado pocas para siquiera consolidar la regla, de modo que... ¿Por qué no hay manera de que de ahí salga una película mínimamente potable? ¿Será que la música y la fiesta nublan hasta el juicio más consolidado? ¿Será que astros de la altura de Nicolas Cage han decidido montar ahí su nuevo campamento base?

Y hablando del Rey de Roma... un rápido vistazo al elenco de 'The Prince' hace empecemos a temernos lo peor. El ''In order of appearance'' nos descubre, casi abajo del todo de la lista (no es raro), a John Cusack, antaño talento actoral de potencial casi infinito (¿se acuerdan de, por ejemplo 'Alta fidelidad'?), y desde hace demasiados años, viva (?) imagen de una decadencia cuyo fondo parece insondable. En otras preguntas retóricas: ¿De qué año antes de Cristo fecha la última película realmente buena (o relevante) en que apareciera John Cusack? Misterios del carbono 14. Hay más: Tenemos a Curtis '50 Cent' Jackson (madre...) haciendo de ''La Farmacia'', el camello y proxeneta más chungo de la costa sur estadounidense (ídem). Más madera: Como protagonista principal tenemos ni más ni menos que a Jason Patric, quien después de la empanada mental que le causó Guy Maddin (segurísimo), intenta reactivar (¿seguro?) su carrera haciendo de tipo duro, que supuestamente lo que mejor se le da (o aquello en lo que es menos malo).

Por suerte, encabezando el reparto está una carrera mucho más contrastada y, hasta que se demuestre lo contrario, en mejor estado de forma: la de Bruce Willis... Lástima que ésta sea una de las muchas ocasiones en las que la estrella ha decidido tomárselo todo como el cachondeo que es. Empieza lo nuevo de Brian A. Miller con el intérprete citado en última instancia saliendo de casa, despidiéndose de sus queridas hijita y mujer... y viendo cómo el coche en el que se montan salta literalmente por los aires. Todo esto, casi como quien ve el enésimo capítulo del culebrón ''Pozos de ambición'', entre el picor de entrepierna y la somnolencia más incontrolable. El resto de la película (que por suerte sólo nos roba hora y media de nuestra importantísima vida) transcurre con las mismas sensaciones. Muy por debajo de los estándares (hablamos de guión, producción, dirección...) de las serie B en la que supuestamente se mueve, impera, por encima de todo, la tristeza que acompaña siempre al bueno de Jason Patric.