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España España · Barcelona
Voto de reporter:
3
Comedia Cuando cuatro generaciones del clan de los Cooper se juntan en Nochebuena, una serie de inesperados visitantes y sucesos extraños darán un vuelco a la noche y les hará redescubrir sus lazos familiares y el espíritu de la Navidad. (FILMAFFINITY)
25 de diciembre de 2015
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gota, dos, tres, y cuatro... mil. ''Es sólo agua'', te dices una y otra vez. Hasta en cuatro mil ocasiones. Hasta que sujeto, verbo y predicado han intercambiado posiciones y roles. Ya nada parece tener sentido. La locura, que ya ha esperado suficiente, empieza a picar a la puerta del sótano en el que te encuentras. Tuberías oxidadas, escalones de madera carcomida, montañas de periodicuchos mohosos, esa humedad que cala hasta la médula, esas ratas y cucarachas moviéndose velozmente en la oscuridad, acercándose sin prisa pero sin pausa hacia sus próximas víctimas... Esto es, definitivamente, el puto peor lugar del mundo. Cualquier inspector de la ONU (bendita sea) que se encontrara aquí preferiría arrancarse los ojos antes que empezar a redactar uno de sus famosos informes acusicas... Pero al menos estás con los seres a quienes más quieres en este mundo. La familia al completo se ha reunido en tan distinguido tugurio para compartir un poco de amor en estas fechas tan señaladas.

Ahí está la imbécil de tu prima, quien parece haber borrado de su disco duro neuronal aquellos incomodísimos episodios de tensión sexual (resueltísima) que protagonizasteis antaño. Un poco más allá se encuentra el gilipollas de tu tío, ese gordo de mierda que compensa el drama de no verse el pene desde hace más de veinte años masacrándonos, comilona tras comilona (que a esto viene, el muy cretino), con su ya tradicional avalancha de sabiduría cuñada no apta para cerebros en fase de desarrollo superior a los tres meses de vida. Hay más, muchos más. Obviamente no podía faltar a la cita el desgraciado de tu abuelo, quien hace tiempo decidió desvincularse del mundo real y refugiarse en sus fantasías de viejo verde, escudándose en vaya usted a saber qué enfermedades degenerativas. A su lado, la borde de tu hermana, quien decidió salir del armario hace sólo dos días, noticia ante la cual la reprimida de tu madre respondió, obviamente, con un poco de represión marca de la casa, al son de ''Mira, vamos a dejar este tema para dentro de unas semanas... tengamos las fiestas en paz, ¿vale?''

El calendario no engaña. Es 25 de diciembre... y te vas a comer estas navidades. Con patatas, canelones, mariscos varios y ración extra de turrones. No hay alternativa, y si por un momento creíste que el cine te ayudaría a escapar (o a evadirte, por lo menos) de este infierno, es que no tenías ni pajolera idea de en qué mundo vives. Gajes de haber nacido en occidente, que cuando el calentamiento global afloja y el frío aprieta, afloran los buenos sentimientos, las ganas de quedar bien con los demás, de ayudar al prójimo, de reencontrarse con los amigos, con los compañeros de trabajo, con la familia... pero sobre todo, la necesidad de sacarle partido económico a toda esta basura. Y ahí el eterno debate: ¿Santa nos trajo regalos porque nos portamos bien, ó nos portamos bien para que Santa nos trajera regalos? A partir de aquí, allá cada uno con su propia -mala- conciencia y, más importante aún, allá cada uno con su cuenta corriente.

Hablando de ceros (a la derecha), Diane Keaton vuelve a casa por Navidad con una de esas cintas que a la hora de intentar dedicarle un balance artístico (por aquello de ser injustos con ella), presenta otros muchos ceros (a la izquierda). El cine alimenticio aparece de nuevo en tiempo de empaches varios, y esto es precisamente lo que ofrece 'Love the Coopers', título que en nuestro país ha sido traducido por 'Navidades, ¿bien o en familia?'. Así, con esta tan nuestra falta de respeto hacia... absolutamente todo. Pero que nadie se alarme, resulta que por puro milagro navideño (que sí, existen), la traducción, terrible donde las haya, hace justicia al film. Correcto, la cosa es igualmente infecta. Lo mismo, para hacernos a la idea, que un bukkake de ponche de huevo de más de hora y media de duración (que en realidad, como si fueran tres y tres cuartos). Al principio la propuesta podría despertar la curiosidad; hasta algo de gracia... pero a los pocos minutos, empieza a parecerse demasiado a ese terrible sótano antes mencionado.

El rush final, no falta hace decirlo, transcurre entre las convulsiones de la atragantada más salvaje. Ponche en tus ojos, en tu nariz, en tu barbilla, en tu boca... en toda tu puta cara. John Goodman, Alan Arkin, Ed Helms, Amanda Seyfried, Marisa Tomei, Olivia Wilde y por supuesto Diane Keaton están enfrascados en una danza grotesca dedicada a la pérdida de dignidad, y que invoca, de paso, a buena parte de los demonios del mundo moderno. Es el clímax de un ritual salvaje en el que se han ido conjugando coralmente los tópicos más acomodados sobre una disfuncionalidad que, en el fondo, no busca más que la aprobación conservadora de la normalidad. No se olvide, por cierto, de demostrarle a la familia cuánto amor siente por ella... comprándole el artículo más caro de la tienda. El que sea; de la que sea. Tal cual. Daría asco... si tuviéramos que tomarnos mínimamente en serio cualquier minuto de metraje. Obviamente, no es ésta la actitud con la que hay que digerir 'Navidades, ¿bien o en familia?' (una vez más: 'Navidades, ¿bien o en familia?').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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