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España España · Barcelona
Voto de reporter:
8
Drama Nina (Natalie Portman), una brillante bailarina que forma parte de una compañía de ballet de Nueva York, vive completamente absorbida por la danza. La presión de su controladora madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las exigencias del severo director (Vincent Cassel) se irán incrementando a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión ... [+]
17 de febrero de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justo cuando creíamos que Darren Aronofosky se había calmado de una vez por todas... vuelve a la carga con un más-difícil-todavía, mezcla aterradora -en el buen sentido- de escenarios, géneros, autores y demás referencias. Y antes de que intentemos encasillarle de nuevo, se ha apresurado a confirmar que estará al mando del segundo spin-off de Lobezno. Superproducción al uso con aspiraciones de revienta-taquillas, para situarse presuntamente en las antípodas del cine de autor, y para confirmar que adivinar cuál va a ser el próximo paso en la carrera de este talentoso director neoyorquino es tan o más complicado que pronosticar cuál va a ser la próxima estrategia a seguir en materia económica de nuestro querido gobierno para sacarnos de la crisis.

Bendita incertidumbre (la de Aronofsky, no la de nuestras finanzas, claro está), más aún si detrás de ella se esconden películas como 'Cisne negro'. Desde su estreno, se ha discutido largo y tendido sobre las fuentes de inspiración de las que bebió Tchaikovski para concebir la que a la inmediatamente sería considerada como una de las obras de ballet más importantes de la historia. Siguen habiendo muchas teorías al respecto, y ninguna de ellas parece tener una solidez absoluta, de modo que la única conclusión fiable que puede extraerse ahora mismo de dicho embrollo de opiniones y estudios enfrentados es que la obra final es el fruto de una pluralidad de leyendas, tradiciones y concepciones barias sobre conceptos tan universales como el amor y el sufrimiento, si es que no son la misma cosa.

Este proceso productivo basado en la diversidad; en una variedad que bien ensamblada da como resultado una nueva criatura plenamente autónoma, es en el que se ha apoyado Aronofsky para la creación de su última película. Hay en ella, a parte de la evidente presencia del ballet compuesto en 1875, una cantidad ingente de citas, algunas más sutiles que las otras. El seguimiento asfixiante del creciente estado esquizofrénico de la protagonista bien podrían haberlo firmado los más inspirados David Cronenberg o el malogrado Satoshi Kon. La inquietante y castrante presencia de la madre, personaje que ha volcado todas sus antiguas aspiraciones y sueños frustrados en su hija, recuerda a aquel Michael Haneke magistral de 'La pianista'. El siempre tenso relevo generacional (más tenso si cabe entre bastidores) nos remite al soberbio Joseph L. Mankiewicz y su inmortal 'Eva al desnudo'. La cada vez menos sutil metamorfosis de Nina constituye un claro homenaje a figuras clásicas del cine de terror como el hombre lobo. La idea del sacrificio más extremo -algo cercano a la autodestrucción- para alcanzar la sublimidad en el arte/espectáculo ya cerraba la maravillosa 'The Wrestler', del propio Aronofsky, y ni falta hace decir que ya estaba en la obra que supuestamente mejor había reflejado hasta ahora el híper competitivo y exigente mundo del ballet: 'Las zapatillas rojas', obra cumbre de la pareja Powell&Pressburger.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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