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España España · Zaragoza
Voto de Escar:
10
Drama. Romance Ann tiene 23 años, dos hijas, un marido que pasa más tiempo en paro que trabajando, una madre que odia al mundo, un padre que lleva 10 años en la cárcel, un trabajo como limpiadora nocturna en una universidad a la que nunca podrá asistir durante el día... Vive en una caravana en el jardín de su madre, en las afueras de Vancouver. Esta existencia gris cambia completamente tras un reconocimiento médico. Desde ese día, paradójicamente, Ann ... [+]
30 de marzo de 2006
95 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún recuerdo el día en que vi esta película. Cuando salí del cine todo era diferente. Todo tenía un color y un sentido distintos. Las personas simbolizaban el milagro de la vida y la ciudad, inmensa entonces ante mí, el teatro donde transcurría todo.
La vida (y la muerte) tomaron un significado distinto.

Y lo lograste tú, Isabel. Tú, con esta maravillosa película. Tú y esos ojos de Sarah Polley, que reflejaban el abismo oscuro en el que se precipitaba. Ese abismo que no perdona, que no nos da segundas oportunidades.

Tú. Con esa sensibilidad que desprende. Eso sí, lejos de cualquier sentimentalismo y lágrima fácil. Tú, jugando sólo con una realidad que alguien sufre cada día. Ver como el mundo se apaga, se detiene, se desvanece.
Tú. Con esos pequeños monólogos, que son los gritos de una Ann que guarda todo su dolor para no contagiárselo a los que la rodean.
Tú. Porque nos muestras cómo el amor nos llega, sin prevenciones ni prejuicios. Sólo llega. Sin más. En una lavandería, ¿por qué no?
Tú. Que me haces llorar cada vez que la veo. Porque me siento débil, indefenso, condenado a un destino que nos une a todos. Pero del cual saco fuerzas para ver la luz del sol, para sentir que hay algo afuera. La vida en su máxima expresión. Ves el camino ya recorrido, pero te atreves a ver el que te queda aún por recorrer. Y el vitalismo recorre toda mi sangre, y me prometo que agotaré cada segundo en encontrar la felicidad, antes de que la muerte gane la batalla.

Tú, Isabel. Tú. Y sólo puedo agradecértelo. Porque ahora soy otro. Es increible como una historia ficticia de 100 minutos puede cambiar a alguien. Pues tú lo has conseguido.

Y ahora guardo a esa Ann en el recuerdo, siempre ligado al rostro de Sarah. Y a Mark, a Scott, a Deborah...
Gracias a ti, Isabel, he aprendido a ser feliz. Muchas gracias.
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