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Voto de Luth:
9
7.7
11,710
Western
Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un ... [+]
11 de diciembre de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raíces profundas es uno de los westerns clásicos más recordados de todos los tiempos. Originalmente titulado en inglés "Shane", el nombre del personaje principal, el pistolero "reconvertido" que interpreta con gran tino Alan Ladd, es una película de culto desde hace años.
El bonito título que eligieron para su exhibición en España ha adquirido una semántica inesperada pues para los que tenemos cierta edad y mucho visionado de cine clásico, la cinta genera metafóricamente precisamente eso: raíces profundas en nuestro recuerdo individual y colectivo. Es una película que llevamos en el corazón.
Curiosamente, los cinéfilos empedernidos han preferido casi siempre referirse a ella por el nombre original y rememorar así al personaje de Ladd, seguramente el mejor que jamás interpretó. Y es que Shane es todo un caramelo para cualquier actor, personaje clásico de western, épico y humano al mismo tiempo, muy bien trabajado por el habilidoso George Stevens, que cuenta con una larga y elogiable filmografía con bastantes títulos que rivalizan en calidad con Raíces profundas: Gigante, Un lugar en el Sol, La historia más grande jamás contada, Serenata nostálgica, etc.
Paradójicamente, también ha habido cierta inercia en muchos críticos y aficionados al Cine, en cuestionar la idoneidad de haber elegido a Alan Ladd para tan jugoso papel. Y es que se trata de un papel tan clásico que permite especular sobre cómo hubiera resultado si hubiera sido interpretado por otros grandes. Es un juego divertido que recomiendo ¿Cómo hubiera sido Shane interpretado por John Wayne? ¿Por Burt Lancaster? ¿Por Brando? Sin duda, todos hubieran imprimido su sello personal al personaje generando una bellísima policromía de interpretaciones potenciales del personaje.
El que es "inamovible" en Raíces profundas, de hecho lo es en todas sus películas, es Jack Palance, que aquí interpreta, cómo no, al pistolero a sueldo Jack Wilson, contratado por el abyecto cacique Rufus Ryker (Emile Meyer), mezquino, como necesariamente tiene que ser un villano y cobarde como para enfrentarse (aunque tenga su banda de acólitos matones, como ya suponíamos, mediocres) a Shane, que no solo es un eficaz y carismático tirador sino que posee la fuerza de la dignidad. Ryker no está a su altura en talento y mucho menos moralmente.
La película plantea una vez más el duelo entre la moral y la inmoralidad, entre la valentía y la cobardía, entre el bien y el mal. Shane, llega a una granja donde vive la familia Starret cuyo padre de familia es el honrado y pacífico Joe Starrett (Van Heflin), su esposa Marian (Jean Arthur) y el niño, rubito y silencioso (Brandon de Wilde). El chiquillo tendrá un protagonismo absoluto en la cinta que habrá que detallar en el spoiler. Shane que llega a la granja buscando una nueva vida tras una violenta trayectoria, que solo insinúa el guion, se entromete en el chantaje y matonismo que Ryker ejerce sobre los Starrett, Simplemente, por una cuestión de conciencia, por el rechazo al abuso, a la injusticia.
Shane intenta resolver el conflicto como no la ha hecho nunca en su vida, con diálogo, con respeto, pacíficamente. Naturalmente las buenas acciones, las buenas palabras no suelen causar efecto en la gentuza, en los violentos. El pasado de Shane regresará como si existiera el fatum, el Destino inexorable que nos obliga a hacer siempre lo que nos ha tocado en la vida. Como si fuera una maldición.
La narración de Stevens no baja la tensión en ningún momento. El conflicto irá in crescendo a medida que Shane no cesa de inmiscuirse en los asuntos de los villanos de turno. Diálogos agresivos, con continuas provocaciones hacia Shane solo conseguirán que afiance sus dudas sobre seguir interviniendo o no en un asunto que no le concernía en lo personal y que podría dejar pasar sin mayores remordimientos.
Y tendrá que llegar Wilson, el matón profesional contratado por Ryker, un Jack Palance como siempre perfecto, con esa mirada tan propia y ese lenguaje gestual, lento, calculador, inquietante que solo él era capaz de imprimir a sus personajes. El Diablo hecho persona.
El bonito título que eligieron para su exhibición en España ha adquirido una semántica inesperada pues para los que tenemos cierta edad y mucho visionado de cine clásico, la cinta genera metafóricamente precisamente eso: raíces profundas en nuestro recuerdo individual y colectivo. Es una película que llevamos en el corazón.
Curiosamente, los cinéfilos empedernidos han preferido casi siempre referirse a ella por el nombre original y rememorar así al personaje de Ladd, seguramente el mejor que jamás interpretó. Y es que Shane es todo un caramelo para cualquier actor, personaje clásico de western, épico y humano al mismo tiempo, muy bien trabajado por el habilidoso George Stevens, que cuenta con una larga y elogiable filmografía con bastantes títulos que rivalizan en calidad con Raíces profundas: Gigante, Un lugar en el Sol, La historia más grande jamás contada, Serenata nostálgica, etc.
Paradójicamente, también ha habido cierta inercia en muchos críticos y aficionados al Cine, en cuestionar la idoneidad de haber elegido a Alan Ladd para tan jugoso papel. Y es que se trata de un papel tan clásico que permite especular sobre cómo hubiera resultado si hubiera sido interpretado por otros grandes. Es un juego divertido que recomiendo ¿Cómo hubiera sido Shane interpretado por John Wayne? ¿Por Burt Lancaster? ¿Por Brando? Sin duda, todos hubieran imprimido su sello personal al personaje generando una bellísima policromía de interpretaciones potenciales del personaje.
El que es "inamovible" en Raíces profundas, de hecho lo es en todas sus películas, es Jack Palance, que aquí interpreta, cómo no, al pistolero a sueldo Jack Wilson, contratado por el abyecto cacique Rufus Ryker (Emile Meyer), mezquino, como necesariamente tiene que ser un villano y cobarde como para enfrentarse (aunque tenga su banda de acólitos matones, como ya suponíamos, mediocres) a Shane, que no solo es un eficaz y carismático tirador sino que posee la fuerza de la dignidad. Ryker no está a su altura en talento y mucho menos moralmente.
La película plantea una vez más el duelo entre la moral y la inmoralidad, entre la valentía y la cobardía, entre el bien y el mal. Shane, llega a una granja donde vive la familia Starret cuyo padre de familia es el honrado y pacífico Joe Starrett (Van Heflin), su esposa Marian (Jean Arthur) y el niño, rubito y silencioso (Brandon de Wilde). El chiquillo tendrá un protagonismo absoluto en la cinta que habrá que detallar en el spoiler. Shane que llega a la granja buscando una nueva vida tras una violenta trayectoria, que solo insinúa el guion, se entromete en el chantaje y matonismo que Ryker ejerce sobre los Starrett, Simplemente, por una cuestión de conciencia, por el rechazo al abuso, a la injusticia.
Shane intenta resolver el conflicto como no la ha hecho nunca en su vida, con diálogo, con respeto, pacíficamente. Naturalmente las buenas acciones, las buenas palabras no suelen causar efecto en la gentuza, en los violentos. El pasado de Shane regresará como si existiera el fatum, el Destino inexorable que nos obliga a hacer siempre lo que nos ha tocado en la vida. Como si fuera una maldición.
La narración de Stevens no baja la tensión en ningún momento. El conflicto irá in crescendo a medida que Shane no cesa de inmiscuirse en los asuntos de los villanos de turno. Diálogos agresivos, con continuas provocaciones hacia Shane solo conseguirán que afiance sus dudas sobre seguir interviniendo o no en un asunto que no le concernía en lo personal y que podría dejar pasar sin mayores remordimientos.
Y tendrá que llegar Wilson, el matón profesional contratado por Ryker, un Jack Palance como siempre perfecto, con esa mirada tan propia y ese lenguaje gestual, lento, calculador, inquietante que solo él era capaz de imprimir a sus personajes. El Diablo hecho persona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El duelo Shane vs Wilson era inevitable y es uno de los más recordados de la Historia del Cine, también por su resolución. El niño tendrá un momento crucial que permitirá un final adecuado para que triunfe la decencia. Quizá en el cine actual hubiéramos tenido una conclusión más abierta o incluso incómoda para el espectador, pero esto es cine clásico. Estamos disfrutando de una película de 1953.
El otro gran dilema moral que hace dudar a Shane es la fascinación que involuntariamente genera sobre el niño que observa, desde su ingenuidad de chiquillo, cómo sus padres, personas de bien pero pacíficas, se ven impotentes para frenar el abuso y es Shane el único que puede poner orden. Es una pedagogía que Shane, dolorido por su azarosa vida anterior, no quiere inculcar en el niño. Está "educando" sin querer a un muchacho que de mayor será como él, un mercenario a sueldo, una persona sin raíces, sin familia, errante...
La redención, ni siquiera el éxito tras destrozar al pérfido Wilson y el miserable Ryker, justifican el efecto no deseado en lo que ha aprendido el pequeño Joey. Es el precio que hay que pagar por tener éxito.
El otro gran dilema moral que hace dudar a Shane es la fascinación que involuntariamente genera sobre el niño que observa, desde su ingenuidad de chiquillo, cómo sus padres, personas de bien pero pacíficas, se ven impotentes para frenar el abuso y es Shane el único que puede poner orden. Es una pedagogía que Shane, dolorido por su azarosa vida anterior, no quiere inculcar en el niño. Está "educando" sin querer a un muchacho que de mayor será como él, un mercenario a sueldo, una persona sin raíces, sin familia, errante...
La redención, ni siquiera el éxito tras destrozar al pérfido Wilson y el miserable Ryker, justifican el efecto no deseado en lo que ha aprendido el pequeño Joey. Es el precio que hay que pagar por tener éxito.