Un motorista intenta saltar con su moto sobre una hilera formada por diez autobuses. El tío pretende batir el récord mundial, y al dar el salto se queda corto haciendo añicos cada uno de sus huesos... él se lo ha buscado; se podría pensar. Al igual que un torero que es revoleado por un bicharraco de quinientos kilos, o el que se estampa con su carro huyendo de la poli a doscientos por hora por una autopista en dirección contraria.

Y uno piensa que no tentando a la suerte jamás pondrá a concurso su propia vida. Pero hay ocasiones en las que no hace falta ni volar sobre autobuses, ni plantarse ante un cornudo, ni pegarse el piro en dirección contraria.

En "Habitación sin salida" nos encontramos con una historia en la que dos personas muy corrientes (ella un poco antipática, eso sí), sin buscarlo se ven envueltas en una pesadilla que a priori parece inverosímil pero que para como está el mundo uno ya no puede asegurar. Y lo hace desde mi punto de vista con muy buenas formas. Los diálogos de la pareja en los primeros minutos de la cinta me agradaron bastante; no había prisas por avanzar. La película se tomó su tiempo y ello nos permitió conocer primero al matrimonio tal y como son, sin verlos atemorizados desde primer momento.

Otro punto muy de agradecer es la no inclusión de una muerte a modo ejemplo en el minuto uno. Esta manía la tienen todas la del género y yo lo odio desde lo más profundo de mi corazón; le quita gracia a la película. Se prefiere acompañar paso a paso al protagonista sin saber como es lo que le espera.

Luke Wilson y Kate Beckinsale están muy creíbles. Y la tensión que pretende crear el film da resultado; si buscas un buen thriller "Habitación sin salida" es muy buena opción.