Olvídense del enemigo concreto y típico de esta clase de pelis, olvídense de un armado estructurado por y para el deleite del asesino serial de turno porque la muerte se levanta de su tedio diario y decide finiquitar ella misma a todos aquellos que osaron burlarse de su mano destructora.

Obra más que interesante en donde el juego del destino escrito frente a la lucha por la construcción del mismo ponen en juego valores y conceptos de gran valor, y este thriller pasajero deja de ser tal para transformarse en una peli que en medio de las muertes, tan adolescentes desde el contexto y la puesta en escena, elabora reflexiones minuciosas sobre lo que pasa o ha de pasar en la vida de todo ser humano: ¿Quién guía la pluma de nuestras vidas? ¿Quién arma la historia?

Sin embargo, la peli pierde ahí mismo, en ese desfazaje entre lo conceptual y lo ofrecido a modo concreto. Las ideas existen, pero terminan disolviéndose en amagues y amagues y las muertes en cadena de las víctimas pasan a un primer plano. Para entonces, todo se ha vuelto previsible y exagerado, con esos tonos estridentes que suelen tener este tipo de pelis cuando, quizás, la idea central enfilaba por otro carril.