Adoro a Cronenberg y me niego a ver en ésta, su última peli, una obra de mérito. Lo único que realmente me atrapó, hasta un determinado momento, fue la malicia, esa mala leche de fábrica a la hora de que los personajes expongan sus pensamientos. Pero el guión en torno a Hollywood parece salido de una peli cien por ciento Hollywood; los personajes pecan de obvios en sus retorcimientos y los famosos fantasmas (internos o externos) que pueblan la obra parecen sacados de Ghost Christmas, un cuento del siglo 18. Que digo con esto, que el famoso espectro sobrador, conciente de su poder y en clave superada ya está no visto, refritamente visto. Desde luego David le otorga su sello oscuro, pero tampoco aporta, todo resulta demasiado demodé dentro de una peli que trata de jactarse de ser rompedora de esquemas (o por lo menos es lo que grita a los cuatro vientos su director).

Está claro que es una sátira, pero la sentí liviana, pasajera, rozando lo bobo. Y eso, viniendo de un tipo como Cronenberg, me parece un fallo significativo. Casi que intuyo que sus intenciones finales eran otras.