Woody Allen se caracteriza por tonos amenos, ironía desenfadada, historias neuróticas pero tranquilas al mismo tiempo. En muchas ocasiones ha excursionado por el alma humana en todos sus oscuros recovecos pero en pocas ha logrado generar la atmósfera malsana que se aprecia en Match Point. Vamos por partes...

Desde el comienzo, los elementos comunes de este autor ya se aprecian: ambiente burgués, sofisticado; un tono risueño de un hombre que se debate entre su futura esposa y un amorío... ¿ocasional? que parece obstaculizar sus planes. El ritmo narrativo es sereno, al igual que los tonos de la obra. Sin embargo, la trama va oscilando muy gradualmente en el ánimo de cada uno de los personajes. Estos cambian sus roles, lo que se podría denominar como mujer fatal ya no lo es tanto, más bien las presiones de una sociedad pequeño burguesa que irrumpe en la mente de un jóven acomodado de la forma más perversa y lunática. La trama pasa de risueña a inquietante y el azar, cual pelota de tenis que pasa de lado a lado siempre bordeando el caos, cobra una importancia superlativa de encuentros y desencuentros hasta ir agotando las posibilidades y esa atmósfera anteriormente amena empieza a hacer trastabillar los ánimos de todos, incluso de los espectadores.

Con olor a tragedia, a locura, a salvajismo, Match Point se da vuelta en el transcurso de su historia, y esa metamorfosis se va desarrollando con un pulso narrativo cuasi magistral por parte de Allen, que con "su" final nos regala uno de los desenlaces más nihilistas y sorprendentes de toda su carrera como director.