Si a la vasta gama de películas cuyo tema recurrente es la rigurosidad del destino le sumamos Sexo a la carta, pues nada se modificaría demasiado, porque no es una de esas pelis que marquen un antes y un después, ni mucho menos. No obstante, eso no implica que no valga la pena analizarla un poco, porque Waters no ha estado del todo mal.

Ni drama romántico, ni comedia surrealista con tintes eróticos (si bien que mucho de eso hay), Sexo a la carta es una fábula que mezcla de forma inusual y efectiva el humor negro, la fantasía y ciertos rasgos de comedia romántica, aunque no es su mayor fuerte. Se antoja sexista, pero trata de salir de esa clasificación dejándonos otro retrato aparte del masculino predominante, puesto que Winona Ryder encuentra más tarde que pronto su razón de ser en la peli, y su personaje se descubre como otra fábula dentro de la fábula.

La historia está hábilmente llevada, aunque peca de presentar escenas demasiado gratuitas que alargan esa columna vertebral constituída por la famosa lista. Visualmente logra niveles de sutileza notables, opacados por diálogos sobreexplicativos innecesarios. Y en general toda la peli se muestra así, una de cal, una de arena. Esto no es extraño, porque si algo resalta en esta trama es la excesiva cantidad de ideas convergentes.

Lo bueno es que no le teme al ridículo y cuando corre el riesgo de caer en él sabe gambetearlo con ese humor, por momentos muy fino, que la sostiene de principio a fin, aunque desinflándose en el desenlace.