Sin demasiado que decir en cuanto al gore: 100% asiático, pero exacerbado para entrarnos en lo grotesco. Devilman bebe de ese estilo desde principio a fin, pero no se contenta con esparcir visceras y desnudos. No, no, busca algo más. Y por eso hay que agudizar la lupa durante los diez episodios que dura.

¿ Funciona por fuera de su "sanguineidad"? Veamos, la trama va cambiando, generando por lo menos tres arcos. Cada arco argumental lleva un sello distintivo: varía el género.

.El primer arco es un policial. Algo ocurre, alguien va detrás de las pistas. Los demonios se dejan ver apenas y la dualidad entre ambos protas (el principal y su extraño compañero) movilizan la trama. Pero el secreto dura poco.

. Segundo arco: funciona a modo de anime "mecha", pero en vez de haber robots dándose gluten tenemos demonios sanguinarios. Aparecen un par de personajes tapados que terminan por revelarse meramente como relleno.

.Tercer arco: drama humano. todos los personajes secundarios que funcionaban como comparsa adquieren relevancia. La serie empieza a "sentirse", gana en humanidad, hasta desembocar en el episodio 9. A mi gusto, el mejor episodio de la serie (y el más doloroso).

Episodio 10: revelación de todo (y no tanto, que varios secretitos se veían desde el primer capítulo). Es un episodio isla, funciona para cerrar las cosas y, de paso, agregar un nuevo condimento a la ensalada.


Devilman tiene un problema: el protagonista tiene un lado humano que solo conocemos porque él lo repite todo el tiempo. Cambia en el primer episodio, el espectador nunca llega a empaparse de sus sentimientos hasta que empieza a volar la sangre y cambia la fórmula. Serán, recién, los secundarios (y la por siempre recordada "chica que corre") los encargados de dotar de humanidad a una serie demasiado gélida que quiso poner el acento en el drama humano.

Estuvo a una muerte (sí, esa, la que te caló los huesos de tanto correr para vivir) de no conseguirlo.