No, no, muy lejos de la paradoja y bastante cercano a la verdad: El asesinato... es sencillamente un peliculón con gustos refinados y tiempos particulares como no abundan en el cine norteamericano. El título anticipa una historia en la que sobresalen dos protagonistas y uno de ellos además es calificado con un adjetivo despectivo; todo esta servido en bandeja, entonces es obvio que no importará demasiado el final, ya lo sabemos, sino cuando y como se dará.

Con resabios de un spaguetti western, la obra comienza con amagues y se regodea en ellos durante treinta minutos: Luego la trama y los tonos cambian de manera radical y sale a la luz la verdadera razón de esta peli: intimidad+conflicto de egos+asesinato, con sus respectivos entretejidos secundarios que solo se proponen realzar aún más la psicología de los protagonistas. Resulta tan borrascosa la relación entre ellos que la dualidad afectiva nunca desaparece, siempre se actúa sobre dos caras ambiguas. El dolor, la envidia, el complejo de inferioridad en base a una relación vertical termina por ofrecerle al espectador un desfile de emociones chocadas, un espectro de gestos y miradas en donde todo queda de manifiesto de una forma cuasi perfecta.

¿Porqué cuasi? Por que Dominik domaba a su toro sin riesgos hasta que decidió utilizar recursos como la palabra o la voz en off que describían el parecer de sus sufridas criaturas, cuando estas se manejaban con un oficio ciclópeo que no necesitaba de muleta alguna. Aquí es donde la obra peca de ciertos mensajes redundantes que no se repiten una o dos veces, sino varias.