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España España · Valdepeñas
Voto de Lucho Garmán:
7
Drama Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que ... [+]
13 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brevísima relación de la destrucción de cualquier tipo de complejo para realizar una película que rota constantemente alrededor de la crisis de fe cristiana. Esto es, al contrario que la "Brevísima relación" escrita por aquél fraile dominico sevillano, un postulado del cineasta que llevaba el mismo camino que Bartolomé de las Casas en su juventud y que finalmente se acabó decantando por la adoración al venerable Séptimo Arte. Sin abandonar nunca, por supuesto, sus reminiscencias espirituales y religiosas que le han llevado –no por primera vez– a rodar esta cinta que nos cuenta la historia de dos jóvenes jesuitas portugueses, con distintas visiones a cerca de como llevar a cabo la doctrina católica, que se embarcan en una aventura por tierras niponas para intentar retornar a la senda del Señor a un Liam Neeson que ha perdido su fe. Y es a través de esta búsqueda que se articula el argumento de "Silencio", con sus aciertos y sus defectos, presentándose como una suerte de auto de fe fílmico al estilo del que Voltaire nos describe en su sarcástica obra "Candido o el optimismo". Allí, los sabios portugueses, sin ningún ánimo de buscar coincidencias con los protagonistas de la película, deciden que lo mejor para preservar de las ruinas al pueblo es brindarles un auto de fe. Pues bien, dudo que Scorsese estuviese dispuesto a quemar en la hoguera a cientos de herejes que no profesases la misma fe que la suya, pero como buen director que es, si lo está para realizar esta película carente de cualquier complejo que le impida hacer un producto intencionadamente religioso. Oigan, a mí personalmente no me parece correcta la idea del cine como plataforma propagandística ya sea a favor de temas políticos, ideológicos o, en este caso, religiosos. Pero una vez inmersos en esta práctica tan habitual a día de hoy, aplaudo la entereza y, por qué no decirlo, las Santísimas pelotas de Scorsese por ser una especie en peligro de extinción en lo que se refiere a su propuesta fílmica. Estoy cansado, sin considerarme católico ni cristiano, de los directores progres que han convertido el cine en su coto particular para atacar y desprestigiar a diestro y siniestro las consignas de una religión, con claros y oscuros, todo sea dicho, sin ningún tipo de pudor. Por esto y, repito, sin ser católico, cristiano o afín al cine de propaganda, pienso que Scorsese consigue hacer una película decente e interesante, sin llegar a ser una revelación divina, aunque intente hasta en ciertas ocasiones facilitarte las visiones celestiales con primeros planos –tenebrosos e inquietantes– de la cara de Jesucristo.

En cuanto a lo que ataña al desarrollo del film, primeramente alabar la aparición del bueno de Liam en un papel en el que no estuviese pegando tiros a diestro y siniestro, o buscando a su hija por quincuagésima vez secuestrada por un grupo de terroristas, pongamos, albanokosovares. Digamos, también, que pensaba y esperaba que su papel fuera algo más principal en la trama y que su aportación fuese algo más que recitar plegarias apostatas con la misma cara de tipo duro con la que salva por quincuagésima vez a su hija del grupo terrorista de albanokosovares. En cuanto a las actuaciones de Andrew Garfield y Adam Driver, que siendo nacido en California tiene cara de tener algún pariente cercano en Funchal, no hay nada malo que apuntar, pero tampoco nada soberbio, en mi opinión. He de reconocer que soy algo chapado a la antigua en este sentido; me cuesta adaptarme a las caras nuevas del cine, aunque como he dicho, sus interpretaciones, aunque no pasarán a inscribirse en las paginas de las Santas Escrituras de las artes escénicas, consiguen mantener el tipo en sus respectivos papeles. En relación a las interpretaciones de los actores nipones, me han sorprendido de forma muy grata. No pienso dármelas de "enterao" y admitir que conocía a todos y cada uno de estos actores japoneses; hasta ahora, y que no sea por falta de ganas, sino más bien por cuestión de preferencia, no me he adentrado en el campo del cine japonés. Tengo una muy vaga idea de actores y películas de esta cultura que algún día pretendo conocer; pero obviando mi ya mencionada escasa ilustración sobre esto, las interpretaciones de algunos de ellos me han sorprendido para bien, como la de Issei Ogata en el papel de Inquisidor.

Algunos de los principales fallos (del guión) bajo mi punto de vista son, por un lado, la voz en off; la maldita voz en off que te lo explica absolutamente todo, masticando por ti hasta el último detalle de lo que sucede en la trama. Puede que en cierto momento sea factible, o hasta necesario, introducir este artificio que representa la voz interna del protagonista para hacer algún matiz sobre las reflexiones del susodicho a cerca de aquello que está presenciando o incluso de sus percepciones más intimas; pero creo que en este caso se abusa en exceso de ella y acaba siendo algo "cansina". Por otro lado, me hubiese gustado ver algo del viaje que ambos frailes enfrentan hasta llegar a tierras orientales. Sé que no es algo que hubiese tenido mucha influencia en lo que se refiere al desarrollo del argumento, pero me pareció que el cambio de escenario se produce de una manera un tanto brusca. Por último, otra de las cosas que me han llamado la atención, de forma negativa, han sido los intencionados errores lingüísticos que, al menos en la versión doblada al español, cometen los japoneses cuando hablan lo que se supone es portugués. Como es lógico, el hecho de que sean japoneses que no han aprendido a hablar este idioma precisamente en la Universidad de Coimbra, obligue a introducir fallos del lenguaje en sus intervenciones; pero la forma en la que estos se cometían me ha dado la sensación de que estuviesen insertados con calzador. En definitiva, puede que esté justificado por cuestiones de adecuación histórica, pero cada vez que hacia el final de la cinta un japonés se refería a los cristianos como “cristian” me revolvía un ápice en mi asiento.
Lucho Garmán
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