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México México · Guadalajara, Jalisco
Voto de Sergio Espinoza:
4
Ciencia ficción. Fantástico. Acción Desde Krypton, un lejano planeta muy avanzado tecnológicamente, un bebé es enviado en una cápsula a través del espacio a la Tierra para que viva entre los humanos. Educado en una granja en Kansas en los valores de sus padres adoptivos, Martha (Diane Lane) y Jonathan Kent (Kevin Costner), el joven Clark Kent (Henry Cavill) comienza desde niño a desarrollar poderes sobrehumanos, y al llegar a la edad adulta llega a la conclusión de que ... [+]
24 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil hacer una crítica exhaustiva sobre una película de superhéroes porque es precisamente eso: una película de superhéroes. Género malhadado que naufraga entre su graduación como corriente artística y su valía de facto como mera mercancía. Sam Raimi, Bryan Synger y Christopher Nolan han intentado introducirlo en la primera vertiente, pero el poder del dinero es demasiado importante, y no obstante que esto no debería sorprendernos, es pertinente establecer una aclaratoria inicial. Puestos en antecedentes, me da la impresión de que la grandilocuencia está apoderándose de Nolan. En The Dark Knight Rises plantea una gran premisa y al final, le da un traspié imperdonable. Con "Man of Steel" sucede algo parecido; la gran diferencia es que en ésta la ejecución corrió a cargo de Zach Snyder, tipo enamorado del efectismo y la estridencia y ajeno a cualquier noción de pausa narrativa.

El mito de Superman implica tener dos restricciones importantes a la hora de concebir un argumento central: la primera tiene que ver con una elección entre ahondar en los orígenes "kriptonianos" del personaje o profundizar en la psicología de un tipo que vive una adolescencia rupestre pero significativa en términos narrativos; Nolan, Goyer y Snyder optan por una combinación más o menos eficiente entre ambos aspectos (cuando el ritmo vertiginoso de la acción lo permite, por supuesto). La segunda restricción se refiere a la escala de los conflictos que enfrentará el héroe. Como menciona en algún momento del filme un correcto Russell Crowe como Jor-El, su hijo Kal será "un Dios para ellos", refiriéndose a ellos como los habitantes de la tierra. Efectivamente, Superman es una deidad. Y como tal, la naturaleza de sus empresas requieren una escala prácticamente planetaria. No puede andar por ahí cazando delincuentes contextuales como Spiderman o sociópatas de turno como Batman. El mundo entero tiene que estar en peligro para que se imponga una credibilidad casuística en la intervención del hombre de acero. Y es aquí donde la habilidad argumentativa juega un papel central.

El equipo creativo va a la segura. Establecen una relación directa entre la introducción kriptoniana (ambiciosa en el plano visual pero corta en el aspecto narrativo) y la amenaza que enfrentará el héroe en su debut terrestre. La premisa es interesante, y si a eso le agregamos que Michael Shannon le pone intensidad a su interpretación como el general Zod, uno cabría suponer que la mitad del camino está completa. El problema es la resolución; esa segunda mitad que Snyder tira por la borda (no sin cierta ayuda de los guionistas que dejan cabos sueltos por doquier y pecan de pereza creativa).

Una de las razones que identifico como causante de este desaguisado es el ritmo de la narración, que avanza a pasos agigantados sin apenas darse espacio para respiros necesarios y explicaciones importantes. La misma relación entre Clark y Louise sufre de esta ausencia de pausas. Otra razón es que, a pesar de los esfuerzos por hacer un análisis introspectivo de la psique de Clark como un humano adoptado, la rigidez interpretativa de Henry Cavill impide un mejor aprovechamiento de este recurso que, en cambio, le había funcionado muy bien a Nolan con Christian Bale en su trilogía de Batman. Por último, en definitiva, la estética de ordenador, que si bien consigue secuencia visuales de alto impacto, termina saturando la pantalla de trucos de CPI, y ya sabemos que esto distrae más de lo que ayuda a conseguir una narración rotunda.

Mención aparte merece el disparatado invento de esas máquinas de juicio final llamadas, sin apenas imaginación, "motor mundial" y "discos fantasma" y el conveniente y singular descubrimiento por un rústico joven de Kansas, de que la nave que su padre Jor-El envió a la tierra puede "curvar" el espacio y provocar una singularidad. Seguro que algunos físicos teóricos habrían soltado una carcajada tan fuerte que se habría podido escuchar en Kripton. Pero Nolan no se puede seguir dando lujos. Podría llegar el día en que la sólida partitura de Hans Zimmer, la interesante propuesta de inicio y los millones en la billetera no sean suficientes, y quizá ese día habremos perdido al genio.
Sergio Espinoza
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