He leído aquí algunas críticas del padrino tercera parte y me ha llamado la atención los que dicen que les ha decepcionado, y digo yo, qué esperaban, la primera parte, también la segunda, es irrepetible, y lo es en la historia del cine. Aún estando por debajo yo creo que es una buena película que está a la altura de las dos primeras. Pero aún me sorprende más los que dicen que les ha decepcionado Michael Corleone; que el personaje de Pacino no tiene, en esta tercera parte, la sobriedad y la energía de las otras. Que Michael Corleone, en esta parte, se muestra débil, arrepentido, blando, cansado, y que la interpretación de Al Pacino es demasiado melodramática y sobreactuada. Bueno he de decir que respeto todas las opiniones, pero al respecto de la película y la impresionante interpretación de Al Pacino, y del fantástico personaje de Michael Corleone, que quizás sea el personaje más autentico y lleno de matices de la historia del cine, he de decir algunas cosas. Porque el padrino es la historia de una familia y de su jefe, don Vito, y es así en el libro de Puzo, pero en la suma de las tres partes, de las tres películas, el Padrino es la historia de Michael Corleone, de cómo se puede arruinar una vida, y eso es lo que viene a enseñarnos esta última película, a un Michael apesadumbrado, destrozado como todos por el paso de los años, pero, también, desgastado por la responsabilidad de su cargo y por la condena de tener que sufrir una vida no elegida, y por la tortura que suponen sus muchos crímenes. Porque Michael Corleone era alguien opuesto a su padre, opuesto a su familia, al menos lo era en pensamiento (de esto habla claro el libro). Tenía otra clase de valores y otra clase de sueños, era alguien distinto aunque el destino le llevó por otro camino, aunque la sangre le acercó más que nunca a los suyos. Por todo esto Michael no podía ser de otra manera en la última película de la saga, al igual que en la primera no podía eludir el hacerse cargo de su familia para proteger a los suyos, para preservarlos ante un mundo más cruel, aún, que el del resto de la gente corriente.