No encuentra Ron Howard en todo el film el modo de traspasar la capa de la emoción.
Es un director habitualmente correcto pero que en raras ocasiones deja huella. Y esto sucede cuando se representa por enésima vez una historia de superación exactamente dividida como se podría esperar. En este caso es el boxeo ( mal año ha elegido para hablar de boxeo tras el genial film de Eastwood ) y con un buen reparto. El tal Braddock, al que dudo que mucha gente ya no en España sino en el mundo conociera se nos presenta como un señor en toda regla, sin fisuras, un hombre íntegro al que la vida pone contra las cuerdas. Ya saben, con fé y buenas formas todo se arreglará. No hay en el film nada que se le pueda echar en cara a semejante personalidad. Se ve con más o menos agrado y los combates están muy bien rodados. Thomas Newman hace una correcta banda sonora y el final, después de casi dos horas y media con mucha paja, es precipitado a todas luces. Zellweger, por la que siento devoción aún después de grandes fiascos, no tiene mucho que hacer pues su personaje es el florero del film. Una lástima.