En el 2001 un caso de espionaje conmocionó a Estados Unidos. El fiscal general John Ashcroft hizo público que el agente del FBI Robert Hanssen había traicionado a su país, vendiendo material comprometido a la antigua Unión Soviética de modo reiterado durante año, lo que incluso se había cobrado vidas humanas.

Lo más llamativo del caso es que Hanssen era en apariencia un nombre de familia, amante de su esposa e hijo, buen patriota y católico comprometido. El film de Bylli Ray se inspira en este hecho real (el director es aficionado a partir de sus películas de casos auténticos, recuérdese El precio de la verdad), y cuenta la historia desde el punto de vista de otro agente, Eric O’Oneill, que debe vigilar los pasos de Hanssen.

Hay que reconocer de Bylli Ray su esfuerzo por tratar con rigor y respeto una historia muy complicada que requiere muchos matices. Con cierta humildad, no pretender dar una respuesta definitiva a la pregunta obligada, ¿por qué una traición de tal calibre?. Más bien procura pintar a un hombre complejo y contradictorio, y el modo en que le ve otra persona, católica de educación como él, aunque más laxo en lo que se refiere al día a día .

En el dibujo del catolicismo de Hanssen hay elementos un poquito grotescos. Y Bylli Ray saber crear una atmosfera, aun sabiendose de antemano cómo va ha terminar el film. Hay genuino suspense bien resuelto, en algunas escenas. Ray pone el acento en la condición de católico devoto de Hanssen y caricaturiza su ambiente familiar, añadiendo alguna cuestión patológica en relación con el sexo que parece inventada..

Quizás la película subiría de nivel si hubiera una acercamiento más sólido a los dos protagonistas, especialmente para permitir que nos asomemos al interior del traidor, a sus motivaciones. Por lo demás Ray rueda bien y ha contado con un gran reparto, administra bien la tensión y logra un buen clímax. El tono frío y distante termina por hacer una película tediosa.