En el Ministerio de la Fe, hay héroes anónimos y villanos ocultos. Calvary es un retrato robot de cómo se percibe el catolicismo en Irlanda.

El catolocismo fue usado como arma identitaria frente al protestantismo inglés. Pero a punto de cumplir una centuria de la independencia del yugo sajón, la sangre celta sigue aun efervescente y los valores católicos se baten en retirada. A lo que contribuye los cientos de abusos tapados/desvelados por una sociedad hastiada de tanto corporativismo frente a los abusos sexuales.

Calvary no alcanza la perfección porque no lo pretende, pero Brendan Gleeson construye un personaje imponente: un hombre cuyos valores, convicciones y moral no sólo no encajan en esa tierra impía, si no que además es el chivo expiatorio donde todos los "pecadores" se ceban para quebrar el espejo que les muestra lo que realmente son: almas en pena que vacían toda su frustración ante lo único que aun permanece en pie: el perdón.