Pues bien, por falta de dinero o interés, el cine español ha olvidado a los Reyes Católicos, la guerra de Cuba o a Nicolás Salmerón y ha convertido el choque entre comunistas y anarquistas contra los fascistas como el protagonista del cine histórico español. Y no es de extrañar. La Historia de la República y su fracaso a manos de los propios republicanos y el asalto faccioso al poder está rodeado de muchos mitos contemporáneos, de muchos ideales, de muchos recuerdos aún vivos, de muchas grandilocuentes palabras... buenos ingredientes para una película (es lo que quieren algunos, que nos cuenten películas). Sin embargo, en mi opinión, todavía no se ha hecho la película sobre la guerra, llegando incluso a rozar la mediocridad con ejemplos como "Libertarias" - 1996 - (siempre nos quedará "La Vaquilla" (1985) para relativizarlo todo - ¡austrohúngaro!). Quizá nunca se pueda conseguir, sobre todo porque siempre se tiende a contar la historia desde el lado republicano y nadie se atreve a ver el otro lado, porque la objetividad, esa utopía, no es rentable.

"Las 13 Rosas" (2007. Emilio Martínez Lázaro) nos narra la detención, encarcelamiento y fusilamiento en 1939 de trece mujeres y niñas por el delito de tener una ideología determinada. Una depuración ideológica, finalizada la guerra, en la que se incluyeron hasta menores de edad; una limpieza de la sociedad española en la que no importó la inexistencia de delitos de sangre, sino la colaboración, el pensamiento y, sobre todo, las frágiles y fáciles delaciones.

La cinta puede dividirse en dos partes bien diferenciadas: una primera, introductoria de los personajes de una manera sucinta (entre otras, la esposa católica de un músico comunista - grandísima interpretación de Pilar López De Ayala -, una menor de edad con ímpetu revolucionario, una comprometida e idealista voluntaria en un centro cultural - Verónica Sánchez - y la hija del Jefe de la Guardia Republicana), casi de forma documental. Es la parte más monótona y, atribuyendo al guionista y director la intención de manera gratuita, quizá responda a un intento de mostrar objetivamente los hechos, huyendo de tendenciosidades evidentes.

La segunda parte se inicia con el presidio de las mujeres y niñas. Es la parte más dramática y lo que realmente estamos esperando los espectadores, así como el director, ya que el sufrimiento, la angustia por el miedo a la muerte, la dignidad de las presas al negarse a cantar himnos falangistas, la rebeldía hasta el último momento y la dignidad de las reclusas en la coherencia de sus ideales (en contraposición al deber del pistolero asalariado, del delator hoy y compañero mañana, del funcionario de cabeza agachada, de la misión cumplida, venga la orden de donde venga) es narrada de forma lírica y personalista, alejándose de las frías y mundanas escenas del principio, para atrapar al espectador.